Del universo de Doraemon al legado de Issey Miyake, Oki Sato —fundador de Nendo— ha hecho del diseño un juego serio y poético. En la Hand-in-hand House, su mirada japonesa reinterpreta la arquitectura doméstica como un vínculo físico y emocional: seis piezas que, como manos unidas, habitan juntas la naturaleza.
Nendo: diseño fluido como un trazo
Al aproximarnos a la figura de Oki Sato —fundador del estudio de diseño y arquitectura Nendo—, es imposible no esbozar una sonrisa cuando descubrimos que uno de sus mayores referentes es Doraemon: el gato-robot venido del siglo XXII de cuyo bolsillo emergen sin cesar infinitud de aparatos sorprendentes. “Todos ellos tienen un diseño intuitivo y un aspecto gracioso y agradable. Nunca son perfectos, pero logran conducir el desarrollo de cada episodio de manera que su diseño termina resultando óptimo”, nos dice el propio Sato.

Esta lectura de Sato sobre los artilugios del genial felino cósmico enlaza con la lección aprendida de otra influencia clave para él: Issey Miyake. En 2008, Miyake pidió a Sato que ideara un asiento. Este preparó un primer prototipo y se lo mostró al genio de los plisados, avisándole de que todavía no estaba listo. Sin embargo, Miyake no lo percibió así y le dijo que sí, que aquella pieza ya estaba terminada. Oki Sato no solo acababa de crear la silla Cabbage, uno de sus objetos más icónicos, sino que recibió, además, una lección liberadora: se desprendió del lastre de una formación académica que exige trabajar lenta y metódicamente, y pasó a comprender el diseño como un proceso rápido y fluido.

Arquitectura japonesa con gesto de unión
Hand-in-hand House —cuya traducción sería “Casa para ir de la mano”— bien podría ser el nombre de alguno de esos artefactos extraordinarios de Doraemon. Esta residencia familiar de fin de semana, en el corazón de un bosque, es un edificio suntuario con un espíritu plenamente contemporáneo: sus seis pequeños volúmenes, de 20 m2 de superficie, están integrados bajo una gran cubierta, que minimaliza la techumbre a dos aguas y que está rematada en extremos cóncavos, propios de la arquitectura tradicional japonesa.


La mirada libre de Sato la ha interpretado como una metáfora de los vínculos entre los miembros de la familia, de modo que las distintas construcciones se cogen de las manos y se acompañan unas a otras. El efecto creado evoca la imagen de arquitecturas suntuosas, pero con un espíritu plenamente contemporáneo.


Hand-in-hand House se eleva como en un gesto de respeto en el territorio natural, y en su recinto compacto cada módulo tiene atribuida una función concreta: dormitorio, baño, cocina… Asimismo, ofrece un uso fluido de los espacios interiores y exteriores; tanto el “adentro” como el “afuera” componen el ámbito doméstico, abrazado al bosque y bañado por un caudal inmenso de luz. Un hogar donde ser uno mismo y también parte de un todo.

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