La biblioteca subterránea de Hiroshi Nakamura & NAP propone un descenso simbólico hacia el silencio. Igual que una gota excavada en la tierra, Library on Earth reconfigura la experiencia de lectura transformando la arquitectura en una madriguera para la imaginación.
La mutación de la biblioteca como espacio
Las bibliotecas se han convertido en un terreno de experimentación arquitectónica. Una evolución completamente lógica si tenemos en cuenta que en ellas se guarda un arsenal de infinitos mundos inventados. Tras ver cómo distintos estudios de renombre internacional abordan sus esquemas, uno se pregunta si esa función como recipientes de ficción empujará a atravesar ciertos umbrales para encender el deseo de perseguir horizontes inéditos en la arquitectura. Porque no hay nada más inédito que ese espacio que germina donde no había nada.

La función de estos enclaves ha mutado a lo largo de los siglos, y de sus grandes anaqueles empotrados y rígidos asientos surgen ahora zonas fértiles para el descanso. Como bien indicaTeemu Kurkela, fundador de JKMM Architects, estos lugares ya no sirven solamente para fomentar la lectura, sino como “salas de estar públicas”. Entusiasma observar cómo los ciudadanos de Seinäjoki (Finlandia) se quitan los zapatos y se tumban en las oquedades rojas que el equipo finlandés abrió en las paredes de la biblioteca local: un complejo erigido en un primer momento por Alvar Aalto. Al final, estos islotes urbanos responden a una necesidad intrínseca de refugio; una intención de huir de la inmediatez en pos del silencio, de la mesura. Y por eso Hiroshi Nakamura contaba con una ventaja al erigir Library of Earth: pues lejos del mundanal ruido, la propia naturaleza parece consentir en ella una pequeña hendidura para el hombre.


Hiroshi Nakamura & NAP apuestan por la arquitectura enterrada
Ubicada en los campos de Kurkku y pensada para los agricultores que trabajan la zona, Library of Earth parece trascender a su propósito para actuar como una grieta en el terreno. Es precisamente su configuración subterránea lo que subvierte la lógica vertical de la arquitectura tradicional para hundirse en el seno de la tierra. El edificio —que toma metafóricamente la geometría de una gota— explora suavemente el suelo, abriéndose camino como una raíz introspectiva e integrándose armónicamente con el entorno de Kisarazu. La estrategia constructiva por parte del equipo de Nakamura se ha llevado a cabo con losas de hormigón en voladizo, prescindiendo de columnas interiores; una propuesta que establece un interior fluido y continuo, incluso orgánico en su afán por acomodarse a la curvatura de la colina, para recorrerlo con la misma libertad que la hierba que brota sobre la cubierta.

Toda esta visión acogedora —entre fantasiosa y primitiva— trae consigo una proyección interna que reviste de madera los muros, con estanterías de diversa altura que propician un paisaje lúdico de nichos y resquicios ocultos. Una composición sencilla que promueve esa visión de Borges en su Biblioteca de Babel: un recinto que parece no tener ni principio ni fin. No obstante, es en el ambiente central donde la sala de lectura inspira nuevas interpretaciones con su forma de ovoide. Revestida igualmente con repisas de madera curvada, su óculo rematando la cúspide se interpreta como un acto audaz de introspección. Y es que Hiroshi Nakamura ha leído suficiente como para saber qué tipo de biblioteca quería proyectar: una anclada a todas las virtudes de lo subterráneo para que, al mirar hacia arriba, pudieran sentir el suave descenso hacia la lectura.

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