En un mundo saturado de lo inmediato y lo funcional, Masquespacio propone una experiencia que no solo despierta los sentidos, sino que transporta al consumidor a un futuro que nunca fue. Con un planteamiento innovador, el estudio ha combinado la nostalgia retrofuturista y la modernidad para concebir un espacio de estética envolvente, que nos introduce en un futuro paralelo donde la comida y el diseño se fusionan en una experiencia inmersiva.

El marketing visual de Masquespaco en Riad
¿Cómo sería el futuro si lo recordáramos en lugar de imaginarlo? ¿Y qué pasa cuando el diseño no anticipa lo que vendrá, sino que reinterpreta lo que nunca fue? El estudio multidisciplinar Masquespacio ha respondido a estas preguntas construyendo escenarios donde la realidad ya no es un punto de partida, sino una ficción cuidadosamente elaborada. Su trabajo puede leerse como una manifestación contemporánea del simulacro baudrillardiano, donde el diseño reemplaza lo conocido con una hiperrealidad perfeccionada. Ana Milena y Christophe Penasse son reconocidos por crear narrativas que se sitúan en la intersección entre diseño, branding y comunicación. Y su labor se caracteriza por un uso vibrante del color y de la geometría, que envuelven y proyectan como testigos de una era que se alimenta de nuestro imaginario y que toma la estética Space Age.

Bajo esta lente, el estudio plantea los recuerdos de un futuro nostálgico que nunca llegó, transportándonos a aquella visión retro que caracterizó los interiores en los años 60 de Joe Colombo: repetición modular, elementos curvos o la monocromía. En el día de hoy, la dialéctica del retrofuturismo se confirma como una estrategia para provocar emociones y jugar con la idea del porvenir, generando un escenario alternativo más realista aunque sea ficticio. Un recurso publicitario que, avalándose de la teoría del simulacro de Jean Baudrillard, se adapta a los actuales años 20: ese escenario hiperreal que se amplifica digitalmente con la potencia de las imágenes, fotografiando el diseño y compartiéndolo en redes sociales para posicionarlo con las directrices del marketing visual. Y en el caso de Novu Waffle —un take away de gofres en Riad (Arabia Saudita)—, Masquespacio ha tomado estos recursos y ha redefinido el disfrute.

La Space Age se cuela en un local de gofres
Gracias a la poderosa herramienta del marketing experiencial que caracteriza al estudio, han creado un innovador ambiente gastronómico basado en el gofre como protagonista absoluto. De esa manera, han convertido este elemento en una entidad viva que se transforma y se adapta geométricamente al entorno. Las celdas del waffle —utilizadas como módulo repetitivo— definen cada detalle arquitectónico: las ventanas, los neones del techo o las pantallas del mostrador; incluso se convierten en decoración en una pared para comunicar mensajes divertidos relacionados con la marca y el arte de disfrutar el pastel. Esta práctica origina un ritmo preciso de orden y armonía que, por otro lado, refuerza la parte sensorial al emplearse en las almohadillas de los asientos. La experiencia ya no quiere solo satisfacer el paladar.


Aquí la estética cumple una doble función: por un lado, el contorno del gofre establece arquitectónicamente los componentes del espacio; por otro, el color amarillo —lejos de ser una simple elección estética— se vuelve una decisión fundamental como rasgo emocional. Y es que el amarillo, además de ser el color del gofre recién horneado, sumerge al cliente en un escenario monocromático que refuerza la identidad del producto, sin necesidad de imágenes directas. Asimismo, considerada una tonalidad optimista, estimula la mente, el hambre y la felicidad para impregnar un local de fast food. El contraste con el gris de las paredes y del mobiliario favorece la escenografía Space Age, donde los clientes consumen la comida en una versión simulada del futuro, dentro de un sitio que mezcla lo real con lo deseado.


Al igual que en Bun Burger —otro de los proyectos destacados de Masquespacio—, el envoltorio de apariencia plástica nos lleva a rehabitar los espacios confortables de los juegos de nuestra infancia. Habitamos un mundo donde cualquier vivencia es un producto en sí mismo, y Novu Waffle es la prueba de que el diseño puede ser algo más. Masquespacio ha configurado un escenario totalmente inmersivo, un anuncio vivo y constante donde lo que se vende se transforma en icono; trascendiendo así lo tangible para ubicarlo en un lugar nostálgico de nuestra memoria colectiva.