En las nuevas oficinas de Hasbro Iberia el juego deja de ser un rasgo de la identidad de la marca para convertirse en un principio arquitectónico. Así lo ha llevado a cabo el estudio valenciano Dobleese, creando un espacio de trabajo donde funcionalidad y diversión parecen trabajar al unísono.
La mutación de la oficina contemporánea
Se ha escrito mucho sobre cómo debe ser una oficina funcional, sobre su tipología de mobiliario, sobre sus múltiples configuraciones. Y no es casualidad que un entorno de trabajo vaya mutando en relación al desarrollo tecnológico, por eso desde los años 2000 todo parece ir a un ritmo tan vertiginoso como el impacto que ha provocado este progreso en la forma en que producimos: harder, faster, stronger, como cantaba Daft Punk. Con ello, la presencia del diseño corporativo también ha ido en aumento, estableciendo filosofías de vida desde los propios headquarters que exteriorizan en su morfología parte del espíritu empresarial regido por el sector al que pertenezcan.
Esta visión absoluta —distinta al “cubo blanco” que se nos muestra en series como Severence— da pie a concebir interiores que armonizan un ecosistema de máxima productividad y distensión a partes iguales. Aunque uno de los rasgos más importantes es que tanto el manifiesto como el origen de la compañía sea perceptible en cada elección constructiva. Un planteamiento donde bien pudieron haber sentado cátedra las sedes de Google. Al asomarnos a las nuevas oficinas de Hasbro Iberia, se comprende que este despliegue proyectual sigue siendo imprescindible. Como una de las principales jugueteras en España, no necesita mucha presentación: años y años alimentando la ilusión de la infancia con sus juguetes y juegos ya dice mucho de ella; una razón de peso para que sus pasillos y salas trasmitieran la famosa historia que la ha constituido.
El universo Hasbro Iberia dentro del espacio laboral
En esta labor ha tomado las riendas el estudio Dobleese, cuya labor ha logrado trasladar —de manera elegante— la esencia infantil de la marca en los casi 800 m2 que ocupa en el corazón de Valencia. Asistimos a un escenario donde el imaginario del Monopoly, My Little Pony, Twister o la plastilina de Play-Doh toma relevancia en el contexto, estableciendo 65 puestos de trabajo que conviven con esos pequeños reinos de fantasía. En la teoría puede resultar atractivo concebir un ambiente donde el componente lúdico sea la pauta, pero a nivel práctico es necesario poseer un conocimiento estricto sobre la continua evolución de una oficina —sujeta a lo que anteriormente mencionamos— para no caer en el horror vacui y los lugares comunes. Porque sí, a veces no hacen falta tantos toboganes.
En este caso, Dobleese ha sabido hacer la tarea con la perspectiva más sostenible de todas: diseñar un espacio completamente atemporal y flexible que reivindique, incluso, materiales de arraigo mediterráneo —como la vareta de madera del artista Manolo García, que nos guía serpenteante por las estancias—. Así recorremos un open space compuesto por zonas versátiles destinadas al ejercicio laboral, que dialogan con otras enfocadas más al descanso y, por supuesto, a fomentar el juego espontáneo. Encontramos cabinas de Pepa Pig para una mayor privacidad o salas de reunión con la tecnología más puntera. Pero, sobre todo, elementos decorativos que reproducen el lenguaje de la marca y despuntes de color justificados.
Un ejercicio de interiorismo que no nos sumerge en la saturación, sino en la sutileza, compensándose con áreas más minimalistas y refugios esculturales. Un territorio Hasbro lleno de coherencia que, como dicen desde Dobleese, “provoca ese ‘efecto WOW’ en todos los que lo visitan”. No hay muchas oficinas donde todos los días uno puede dejar salir al niño que lleva dentro, aunque aquí, trabajar y jugar, parecen ser lo mismo.
En este enlace puedes leer otro artículo sobre la oficina On Labs, en cuyo diseño se refleja el espíritu de la empresa On Running.