Héctor Ruiz Velázquez apostó por la inspiración japonesa y su reputada faceta de inventor de ambientes domésticos para el stand de Alvic en Maderalia. Un espacio que creaba escenarios para mostrar el producto y, a la vez, servía como sustancia material y expresiva en registros experimentales y prácticos.
La alianza entre Héctor Ruiz Velázquez y Alvic
Alvic —empresa española de primer orden en el sector de los paneles de revestimiento— hace tiempo que pone en primer plano una alta exigencia medioambiental, tanto en sus productos como en sus procesos industriales y logísticos. En el stand donde presentó sus novedades en la última edición de FIMMA + Maderalia, esa política se tradujo también en el planteamiento modular, circular y reutilizable de sus elementos; y Héctor Ruiz Velázquez —autor de referencia de los espacios de la marca— parece extenderla igualmente al ámbito proyectual.
En efecto, Héctor recuperó aquí estrategias y recursos que ya había ensayado con notable éxito en otras propuestas para Alvic, como Blue Moon, el excelente bar que diseñó hace ahora cuatro años en Casa Decor, o incluso en su showroom de Madrid. Nada que reprochar; más bien al contrario, se trata de ir delimitando inteligentemente un cierto lenguaje corporativo mediante iteraciones.
Alvic Materic World. Un experimento corporativo y doméstico
El volumen general se mostraba como un paralelepípedo convertido en materia dinámica y fluida por medio de cortes circulares y curvos, que permitían atisbar desde fuera su interior orgánico y complejo. Esa geometría envolvente se realizó en Luxe Gris Perla: un acabado luminoso de alto brillo que daba soporte al juego visual de reflejos y paralajes producidos dentro. Al acceder a la plataforma que determinaba el nivel del suelo, el visitante se encontraba de lleno con la zona lounge: verdadero corazón del stand y una variación de la sinfonía de superficies recortadas en enfilada, que ya empleó en el bar efímero antes mencionado.
Como entonces, desde el estudio de Héctor Ruiz Velázquez se remitió a la inspiración japonesa de cortar papel o kirigami. Con ello se buscaba sumir al espectador en una gozosa incertidumbre perceptiva de arcadas y círculos, que se confundían con sus propios destellos. La cubierta se comportaba como un espejo, y las mesas y las sillas eran el único referente de certeza espacial, en diálogo con figuras geométricas suspendidas y hechas con otros acabados de la casa, como los tonos marmóreos, grises y verdosos de Trevi, Sierra 02 o Agave. Un ambiente que desafiaba la percepción, utilizaba el material con criterios creativos y afirmaba la identificación de la marca con un cierto carácter que trae el aroma de las instalaciones setenteras de Verner Panton.
El stand incorporaba también un “túnel de diseños”, un punto donde ensayar las combinaciones y posibilidades de la colección, además de un laboratorio de tecnologías en el que se explicaban los procesos que había detrás; pero la guinda final suponía otra vuelta de tuerca por parte del arquitecto. A lo largo de su trayectoria, Héctor Ruiz Velázquez se ha ganado una fama de alquimista de pequeños espacios domésticos. Y precisamente la trajo a colación en forma de apartamento de 50 m2, resuelto igualmente con acabados de la firma: la calidez de haya de Syncron Goya 01 y la elegancia de travertino de Syncron Trevi. Aquí también aflora la reminiscencia nipona de claridad y ligereza en una propuesta serena y funcionalmente integrada, que actúa como contrapunto y lenitivo de la chispeante dinámica visual de la lounge.
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