¿Es posible reconstruir un vestido icónico de finales del siglo XVI? ¿Y si pudiéramos tocar un bordado de Karl Lagerfeld? ¿Y olerlo? El Museo MET de Nueva York ha inaugurado la exposición Sleeping Beauties: Reawakening Fashion, una experiencia inmersiva que acerca la alta costura al público como nunca antes se había hecho.
Una nueva exposición de moda en el MET de Nueva York
Sleeping Beauties: Reawakening Fashion nace de la problemática que se halla en la interacción pasiva al consumir haute couture en los museos. ¿Acaso no se busca hoy algo más que contemplar vestimentas en maniquís? En muchas ocasiones, el espectador quiere ir más allá: conocer el tacto de las telas, cómo un vestido reacciona al movimiento de un cuerpo o, incluso, cómo suena o huele. “Lo que alguna vez fue de alguien y tuvo una historia se ha convertido, ahora mismo, en una obra de arte sin vida, que ya no se puede usar o tocar. Hay que entender que la moda es una forma de arte vivo”, afirma Andrew Bolton, comisario de la exhibición, que podrá visitarse hasta el 2 de septiembre de este año en el MET.
Pertenecientes a la colección permanente de esta institución, más de 200 prendas y accesorios de los últimos 4 siglos recorren las salas del edificio. Una muestra que toma su inspiración en la naturaleza, y que nos enseña una nueva manera de entender y de interactuar con el mundo de la moda gracias al impulso de la digitalización y de la inteligencia artificial.
Moda infinita a través de una experiencia inmersiva
Tierra, aire y agua han sido los tres hilos temáticos escogidos para establecer la división del espacio expositivo. Y el encargado de diseñar y organizar el recorrido y la escenografía ha sido el estudio neoyorquino Leong Leong, cuya labor ha permitido que las obras de grandes figuras como Yves Saint Laurent, Alexander McQueen o Thebe Magugu —entre otras muchas— brillen como nunca. Pero no solo eso: todos los recovecos que componen Sleeping Beauties: Reawakening Fashion contienen un ejercicio inmersivo que invita a hacer partícipe al visitante.
Lo vemos en la sala de las flores protagonizada por la firma Dior, que ha quedado protegida con una proyección en el techo y unos grandes tubos transparentes que lanzan un fuerte olor a rosas rojas. También en la posibilidad de sentir la textura de un traje en nuestras manos: así sucede con una chaqueta de finales del siglo XVI. Su bordado de flores e insectos es tan complejo que para poder interactuar con ella se han tejido las paredes que la envuelven con el mismo dibujo y material.
Pero también hay casos donde las piezas son tan frágiles que no pueden sostenerse en maniquís. En estos casos, a través de escaneo digital, fotografías, análisis de construcción y creación de patrones han logrado adaptarlas a un avatar que, con movimiento en una pantalla, nos enseña la belleza del vestido. O igualmente se apoyan en altavoces que reproducen el sonido de la ropa al caminar, como ocurre con la espectacular indumentaria de Francesco Risso para Marni.
Parece que, con todo este avance, el paso del tiempo no tiene por qué hacer efímero lo que nació de la delicadeza. Lo que nos hace preguntarnos, ¿qué otras experiencias nos ofrecerá la tecnología en el futuro para acercarnos más a estas joyas de la moda?
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Hasta el 2 de septiembre de 2024.