Isern Serra se apoya en la mejor tradición del diseño made in Barcelona, y su trabajo la renueva para depositarla a las puertas de la era digital sin perder un ápice de su frescura ni de su identidad. Hemos hablado con él para que nos ayude a desentrañar la complejidad que subyace tanto en la aparente sencillez de sus espacios cálidos, blancos y minimalistas, como en el vuelo de sus instalaciones inmersivas de luz.
Entre la ortodoxia del diseño barcelonés y mediterráneo
La denominación diseño mediterráneo es una de esas ideas convertidas en eslogan que, gracias a su éxito, raya el borde banal de las etiquetas. La corriente principal de la disciplina en Barcelona siempre ha jugado con ella, así que, dada la importancia histórica de la Ciudad Condal en la construcción de una escena creativa del diseño en España, mejor precisar sus contornos que esquivarla. Solemos identificarla con una suerte de minimalismo cálido, atento a la tradición, pero vocacionalmente moderno; que toma sus distancias de las tendencias, pero no renuncia a conformarlas. Desde luego, admite variantes, algunas más pop y juguetonas (Javier Mariscal), otras más atenidas a la ortodoxia moderna —la larga línea que va de Miguel Milá hasta Alberto Liévore, Jorge Pensi, Isabel López, Fernando Salas o Antoni Arola—, tan ligada al discurrir de la arquitectura local.
Los interiores de Isern Serra (Barcelona, 1981) parecen encarnar de manera fresca y renovada la última hora de esta segunda versión. ¿El continuador de lo mejor de la ortodoxia del diseño barcelonés y, cómo no, mediterráneo? Él parece conforme y se remite con humildad a las fuentes: “Me encantaría serlo… Pero tengo mucho respeto por los grandes maestros como Coderch. En Barcelona hacemos mucho con muy poco. No nos gusta la ostentación, lo que es sinónimo de simplicidad y de templanza, conceptos a los que me siento muy cercano. Creo que también es un tema de cultura, la mediterránea, y esto nos marca. Supongo que en parte esta sencillez también tiene que ver con el futuro que dejamos a nuestros hijos, con el respeto por las cosas y la sostenibilidad. Es un concepto de vida”.
Quizá ese enfoque del trabajo como compromiso vital explique en cierto modo la importancia central que le otorga al proyecto de su propia vivienda, al que suele referirse como un punto de inflexión para cuajar su estilo. “Fue mi primer proyecto personal, donde realmente pude hacer lo que quería, y esto me facilitó experimentar y llevar a máximos ideas que a veces con los clientes no puedes realizar. También, al tener un presupuesto limitado, tuve que pensar mucho las cosas e intentar sacar todo el partido a las decisiones. El espacio tenía una luz muy mágica y, como era una planta libre, nos permitió jugar mucho con las posibilidades. Aunque tengo que contarte que en septiembre nos mudamos a un sitio muy especial, un ático en un edificio de Coderch… Y hasta aquí puedo decir”.
“Me interesa mucho mezclar cosas aparentemente opuestas. Esto hace los espacios mucho más interesantes y da nuevas perspectivas: lugares donde puedes experimentar y darle la vuelta a cánones aparentemente establecidos”.
Isern Serra
En efecto, ese piso que comparte con su pareja, Valeria Vasi, es un compendio de los rasgos que definen su manera de abordar el interiorismo. Ubicado en un antiguo edificio de oficinas en El Clot, toda la zona de día es un único ambiente en blanco roto inundado por la luz, en el que el mobiliario integrado y mínimas variaciones en altura del suelo de microcemento definen los distintos usos: cocina, estar, comedor y el atelier/showroom de Valeria, ceramista y diseñadora de objetos artesanos.
Domesticar los espacios de trabajo
Fusionar áreas funcionales, pero también de tipologías, es una de las características más llamativas de los proyectos de Isern, que casi siempre son más de una cosa a la vez. En la oficina de Six N. Five, una gran mesa de reuniones se alinea con una cocina perfectamente equipada; las de Fuego Camina Conmigo están plagadas de incrustaciones domésticas; el loft del artista Pol Solà es vivienda, pero también una galería; el local de Rowse Beauty, tienda y showroom con acentos igualmente domésticos.
“Me interesa mucho mezclar cosas aparentemente opuestas”, cuenta cuando le preguntamos sobre ello. “Esto hace los espacios mucho más interesantes y da nuevas perspectivas y enfoques: lugares donde puedes experimentar y darle la vuelta a cánones supuestamente establecidos. Domesticar los espacios de oficina y hacerlos más amables y cálidos es algo que tenemos muy en cuenta. Nos da una clara seña de identidad y hace que la gente esté más a gusto en el trabajo. Además, poder hacer proyectos muy diversos, como dirección de arte, escaparates, stands, expos, museos, oficinas, casas, restaurantes, hoteles o tiendas nutre al estudio”.
Hay todavía una capa más en esas hibridaciones: “Soy interiorista, por lo que siempre nos enfrentamos a espacios existentes”. Pero el hecho es que esas preexistencias suelen tener caracteres y usos muy distintos a aquellos para los que Isern los rehabilita, y a él le gusta hacer de la necesidad virtud y optimizar para nuevos propósitos aquello que se encuentra. “Totalmente”, asiente, “me encanta el contraste entre la arquitectura existente y su historia con los nuevos elementos. Si analizas mis propuestas, te das cuenta de que en Six N. Five, el loft de Pol o mi casa la arquitectura existente tiene mucho peso; no utilizo muchos materiales ni muchos revestimientos, sino un concepto de colour block que tiñe la textura anterior y le da esa calidez”.
“En Barcelona no nos gusta la ostentación, lo que es sinónimo de simplicidad, de templanza, conceptos a los que me siento muy cercano. Supongo que esta sencillez también tiene que ver con el futuro que dejamos a nuestros hijos, con el respeto por las cosas y la sostenibilidad. Es un concepto de vida”.
Isern Serra
Sin duda, la virtud principal de los interiores de Isern radica en esa capacidad de ser reconocibles conjugando muy pocos ingredientes. “Tendemos a diseñar muchos de los elementos; nos gusta jugar con motivos arquitectónicos: curvas, arcos, bancos, mesas, estanterías, jardineras, sofás en huecos en el suelo… son recursos donde me siento cómodo. Es dar valor a lo artesanal, a la imperfección, a lo humano. Los lugares perfectos no son bonitos, hay más belleza en la imperfección trabajada. También contamos con muchas marcas de mobiliario, sobre todo de sillería, como Frama, Omelette Editions, Fredericia, o de iluminación, como Santa & Cole, Davide Groppi o Leds C4”. Sin embargo, no ha dado todavía el salto cualitativo de tantos interioristas al diseño de producto, más allá de las piezas específicas para sus encargos: “Lo de producir a nivel comercial es una cosa que siempre pienso, pero, como todo, hay que hacerlo bien y para eso ahora mismo nos falta tiempo. Poc a poc…”.
La mirada del diseño digital de Isern Serra
El Isern Serra más mediterráneo y ortodoxo cultiva, como se ve, una simplicidad más compleja de lo que la naturalidad de su labor haría suponer. Pero las cosas se complican aún más con dos líneas de trabajo que, a primera vista, contrastan con ese espíritu artesano y hasta vernacular. Una son sus colaboraciones con importantes creadores digitales y aventureros del metaverso, como Andrés Reisinger o Ezequiel Pini, cabeza visible de Six N. Five. La otra, sus diseños expositivos y museográficos para el Palau Robert y CosmoCaixa, a menudo relacionados también con el ámbito cibernético y que se comportan fundamentalmente como instalaciones de luz.
“Domesticar los espacios de trabajo y hacerlos más amables y cálidos es algo que tenemos muy en cuenta a la hora de abordar un proyecto”.
Isern Serra
Con Pini ha realizado la tienda del MOCO Museum de Barcelona —destinada a la comercialización de NFT y arte digital—, que evoca un interior virtual recurriendo, paradójicamente, a códigos orgánicos y retrofuturistas; un poco al modo de un Joe Colombo o un Verner Panton.
Isern no se despeina, todo encaja: “Precisamente el mes pasado, José Luis de Vicente, presidente del Disseny Hub de Barcelona, me invitó a dar una charla sobre la relación entre los conceptos vernáculos y los oníricos inspirados en los mundos virtuales en mi trabajo. Para mí, como siempre digo, es muy interesante e innovador unir polos aparentemente opuestos. MOCO es un claro ejemplo, pero hay muchos proyectos donde las fotos reales parecen espacios imaginarios. Para construir MOCO tuvimos que diseñar las herramientas y volver a técnicas de construcción locales ya en desuso: la manipulación del yeso para crear arquitectura orgánica. Pero ese cúmulo de detalles fueron surgiendo en diferentes propuestas como Fuego Camina Conmigo, donde jugábamos con grandes aperturas geométricas. O las oficinas de Bernat, donde ya aparecían aperturas con formas también orgánicas. Crear ambientes reales oníricos y con un punto etéreo, pero a la vez muy arquitectónicos y matéricos, es algo que me gusta mucho y una de las razones por las que nos hacen encargos”.
Los diseños expositivos comprenden, a su vez, dos facetas distintas: las exhibiciones propiamente dichas y los stands feriales para empresas. “Son dos tipologías muy diferentes. Las dos son efímeras, pero normalmente los stands son reflejo de un concepto de marca y tienen una voluntad más corporativa, aunque cada vez más clientes como Roca, Actiu o Cave Home nos piden instalaciones artísticas, donde podemos divertirnos más y hacer espacios más conceptuales. Las exposiciones se atienen a un relato didáctico generado por un comisario. Lo que ocurre es que en el Palau Robert, Caixaforum o CosmoCaixa ya nos conocen y nos dejan llevarlo a nuestro terreno: luz, emoción, experiencia.”
Son instalaciones de luz inmersivas que pueden traer a la mente a Olafur Eliasson o Dan Flavin, pero lo que resulta innegable es la impronta de Antoni Arola, en cuyo estudio trabajó antes de instalarse por su cuenta. “Aprendí mucho de Toni, y sigo aprendiendo. Gracias a él entendí la magia de la luz, aprendí a ser obsesivo, a buscar la belleza. Me encanta tener proyectos de diferentes ámbitos y escalas. Me aburre hacer solo casas o solo oficinas… Me gusta pensar en diversos encargos en un mismo día, y me divierto mucho en las exposiciones, donde puedes ser más conceptual y diseñar sitios más instalativos, más cercanos al mundo artístico, donde la luz es el elemento más importante”.
Así que lo que podrían parecer contradicciones son más bien facetas de un polígono sólido, donde todo está bien ensamblado, donde no hay compartimentos estancos porque los unos se incrustan en los otros e interactúan entre ellos. Uno diría que lo tuvo claro desde el principio y que por eso fue a estudiar a Eina —la escuela más representativa de la identidad del diseño moderno en Barcelona—, pero las apariencias engañan una vez más: “A ver, tengo la suerte de tener unos padres cojonudos que, viendo lo mal estudiante que era y que no destacaba en nada, tras un año en Estados Unidos y visitar juntos Nueva York, se dieron cuenta de que el mundo de las exposiciones me gustaba y me metieron en Eina para probar. Y de ser uno del montón en la clase, pasé a destacar sin mucho esfuerzo, y esto me despertó una pasión que me ha llevado a ser quien soy”. O sea, la última versión del interiorista total, con raíces firmes en la tradición que retoñan en los nuevos soportes y en los nuevos lenguajes del diseño expandido. En el umbral del Mediterráneo y el metaverso.