Los hermanos Aires Mateus son considerados el máximo exponente de la nueva arquitectura portuguesa. Desde que fundaron sus dos oficinas paralelas en 1988, la visión abstracta y precisa de sus siluetas ha ido inundando gran variedad de paisajes. Graduados en la Facultad de Arquitectura de Lisboa, Manuel y Francisco Aires Mateus exploran desde hace casi 30 años temas fundamentales de la arquitectura. En ROOM Diseño hemos hablado con ellos para sumergirnos en el viaje sensorial que reflejan sus famosas construcciones.
Sus trabajos están repartidos a lo largo de Portugal, pero también en otros países europeos como Irlanda y Bélgica. Como discípulos de Gonçalo Byrne y Álvaro Siza, a menudo sus edificios se describen como una realidad escultórica, encontrando gran plasticidad en el juego de volúmenes que plantean.
Existe un misterio alrededor de la geometría y el uso protagónico del blanco en sus incursiones. Un hecho que esconde una profunda reflexión sobre la intervención emocional en los espacios. “La arquitectura es lo que permanece, continúa y se queda en el tiempo”. No hay un estilo férreo en sus maneras, sino una reinvención constante de sus forma
Sus creaciones están dotadas de un lenguaje contemporáneo. Entre estas se establece un diálogo natural con el entorno; tan natural que parece que siempre hubiesen estado allí. “El reto consiste en cómo un cielo y un terreno pueden dibujar completamente la espacialidad.” Sus propuestas son abiertas, nada deterministas y preparadas para albergar lo inesperado. Reside en la armonía de sus viviendas un cierto apunte rupturista, un manifiesto hermético por vincularse a la psicología y necesidades de sus ocupantes. Algo que ocurre en la Casa en Leiria o en la residencia de ancianos Alcácer do Sal.
A toda su trayectoria también se suma un importante perfil docente. “No concebimos la arquitectura como algo cerrado”, afirman. Esta doble vertiente les permite teorizar acerca de la practicidad de esta disciplina e imbuirles de una gran capacidad crítica en la investigación. A pesar de que asuman que la arquitectura se hace con elementos banales, reiteran que el talento se encuentra en combinarlos de un modo particular para aportar una dimensión distinta. Es por eso que su experimentación se expande más allá de muros llenos de rasgaduras y huecos o de la propia materialidad que los levanta.
Para ellos, “la forma es solo una consecuencia, nunca un fin”. Solo la habitabilidad de sus enclaves es la que encuadra la eternidad de su obra, y solo el concepto de límite el que determina su campo de actuación.
