La bodega Gurdau (República Checa) nos pone ante la tesitura de decidir sobre cuál es el verdadero protagonista en un complejo dedicado a la producción de vino. ¿Son los viñedos, la industria o los servicios para los visitantes? El equipo de Aleš Fiala ha luchado por introducir y hacer funcionar todos estos usos dentro de un techo que pasa desapercibido entre las lomas del paisaje.
Una cubierta verde para una bodega
Para los arquitectos, la bodega apenas debía existir; por ello decidieron intervenir en medio de los campos de viñedos con el fin de facilitar las operaciones logísticas. Sin embargo, esta premisa les obligaba a realizar un esfuerzo para integrar la nueva pieza dentro del medio. Imaginaron un volumen enterrado bajo una topografía suave que imitase a la de las lomas del terreno, un espacio que pudiera desaparecer vestido de verde para que su trabajo pasase desapercibido.
La enorme variedad de usos —almacenamiento y producción de vino, ventas, degustación y reuniones, incluso dos apartamentos para pequeñas estancias— hizo que el complejo tuviese que resolverse en 3 niveles. Esto dificultaba enormemente que pudiese reducir su presencia en un paraje tan plano. Plantear una propuesta tan ambiciosa hace que nos entren dudas al observarla. ¿Estamos poniendo realmente la atención sobre los viñedos?
Los viñedos y la curva
El equipo de Aleš Fiala nos muestra un proyecto que queda encerrado bajo una cubierta de formas orgánicas. El techo se levanta sobre el territorio buscando la belleza de la curva, queriendo hablar su mismo idioma. No obstante, existen detalles que no juegan a favor de esta idea. La dirección del tejado principal es la opuesta a la de las líneas que dibujan los cultivos, y esto genera una barrera visual que impide leer el entorno de manera continuada.
Del mismo modo, en los alrededores aparece una plantación de árboles que poco tiene que ver con los cultivos bajos, lo que desvirtúa ligeramente poderosa imagen del lugar. En cambio, lo que realmente acaba destacando es la magnitud de la edificación para albergar todas las funciones para las que está pensada.
El estudio de Aleš Fiala nos presenta una arquitectura que no se parece a algo en concreto. No es una colina, no es un edificio, pero tampoco llega a ser del todo un alien. Lo que podría convertirse en una cualidad interesante parece ser más un obstáculo. La Bodega Gurdau carga con la culpa de existir.
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El complejo desarrollado por Aleš Fiala cuenta con zonas de almacenamiento y producción de vino, ventas, degustación y reuniones y dos apartamentos para pequeñas estancias
Los arquitectos deciden diseñar una cubierta verde que oculte el volumen para que los campos ganen presencia