David Adjaye ha inaugurado la Sydney Plaza en el entorno del Circular Quay. Un espacio público a la sombra de un gran dosel de acero perforado.
Hacia la mirada arquitectónica de David Adjaye
Previo a instalarse en Londres donde se formó en Bellas Artes y Arquitectura, David Adjaye pasó su juventud entre Egipto, Tanzania y Líbano. Un contexto que lo predispuso como un observador implicado para devolver a los lugares una imagen renovada de ellos mismos. Con este ejercicio reconoce la utilidad de la arquitectura a modo de instrumento para descubrir y describir el mundo poniendo en crisis cualquier creencia preestablecida. Es precisamente esa mirada llena de interés y espíritu constructivo, la que le llevó en 2005 a estrenarse con la Idea Store en Whitechapel, que le valió un reconocimiento apabullante.
Desde entonces, su oficina fue obteniendo pequeños encargos para galerías de arte, pequeños residenciales privados y alguna colaboración con activistas y artistas visuales; esto último lo llevó a alzarse con el primer premio del concurso para el Institution’s National Museum de la Historia y la Cultura Afroamericana en el Paseo Nacional en Washington DC. Sin atisbo de duda, una obra capaz de mostrar y poner en valor ciertos estratos de la realidad, muchas veces invisibles para los locales. Y ahora cabría centrar la atención en su última hazaña: la Sydney Plaza en Australia.
Un aterrizaje en Sídney
Australia ha sido la geografía que acogió uno de los momentos de mayor despunte arquitectónico a finales del pasado siglo. Primero con el trabajo de dos foráneos: Harry Seidler —inmigrante austríaco— y, más tarde, Jorn Utzon, un danés. Sería el mismo Utzon quien le brindó a Sídney en 1973 su célebre ópera, considerada uno de los proyectos más distintivos de la posguerra y, quizás, de todo el siglo XX.
En las dos últimas décadas, la arquitectura australiana —y mucha de aquella que ha aterrizado en el continente— se ha convertido en un fenómeno indiscutible, concitando interés. Desde Glenn Murcutt a Ken Woolley, Ruth Lucas o Sean Godsell, las edificaciones que han emergido en los majestuosos paisajes australianos han rebosado un enorme potencial cultural, así como una predisposición por comprender los estilos de vida contemporáneos, tanto en la esfera pública como en la doméstica. Justamente a esa tradición se consagra la última intervención de David Adjaye.
Una obra pertrechada por la Quay Tower y la Torre Salesforce que Foster & Partners terminó de erigir hace tan solo unos meses y que se encuentra en pleno corazón de la Circular Quay. En este emplazamiento se levantaron los primeros asentamientos aborígenes de la ciudad, desahuciados más tarde por los colonos que lo reconvirtieron en el puerto mercante más importante del país, borrando a su paso toda huella nativa.
La diatriba de intervenir en la Circular Quay
A tal efecto, hubiese sido inapelable que con la tarea de realizar una propuesta de carácter público como lo es una plaza, Adjaye destinase gran cantidad de los esfuerzos a recuperar la impronta oriunda del sitio. Sin embargo, el resultado ha sido tibio en términos anticoloniales. Sorprende si uno tiene en cuenta su trayectoria, ya que la construcción de perfilería metálica facetada en tonos negruzcos se inspira claramente en las casas de cubiertas a dos aguas que los primeros colonos levantaron al expulsar a los aborígenes.
El complejo que Adjaye ha instalado se conforma a partir de la unión de dos elementos. Un gran volumen que hace las veces de galería de exposiciones y centro de congresos y conferencias y, por otra parte, un gran apéndice adosado a su fachada este: un dosel gigante de chapa de acero microperforada que se superpone a toda la superficie granítica pavimentada que queda bajo su sombra. Este gran voladizo tiene unas dimensiones de 27 por 34 metros y se halla suspendido, quedando empotrado por un gran perfil de hormigón armado.
Además de crear contrapuntos formales entre el edificio y el ámbito público que genera a sus pies, dicha dualidad tiene la intención de marcar un lugar: un dominio en el paisaje urbano abierto a la bahía. La contraposición entre la caja negra y la plaza bajo esta gran techumbre fusiona un espacio que combinas vistas, experiencias de verticalidad y horizontalidad visual, la brisa marina, la luz y la resguardo. Pareciera que el voladizo se expande más allá del punto óptimo de la estructura, donde esta exageración enfatiza la presencia del inmueble. Una visión que lo presenta como objeto independiente y ensimismado en unos interiores —rematados en madera cálida— que nada tienen que ver con lo que se percibe de puertas para fuera: la plaza pública tamizada por ese gran velo de acero.
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En el año 2000 abrió su primera oficina en Londres.
Algunos de sus proyectos más brillantes son el Nobel Peace Center en Oslo, la sinagoga Moses Ben Maimon en Emiratos Árabes y el National Museum of African American History and Culture en Washington DC.