Studio.noju ha actualizado —sin perder esencia— la icónica obra de Sáenz de Oiza en Madrid. El resultado es un dúplex de exquisito diseño donde casi todo es nuevo, salvo sus antiguos e indiscutibles huéspedes: la curva permanente y la naturaleza humanizada.
El reto: afrontar el icono de las Torres Blancas
O se ama o se odia. El monumental edificio de hormigón de Sáenz de Oiza parece ser una de esas obras de la arquitectura moderna condenada al binomio donde no existe la escala de grises. Todos lo conocen, y es que —amantes de la arquitectura o ignorantes de ella— su vista y ubicación determina el skyline de la capital, tanto para ocupantes como para quienes están de paso. Famosa presencia, incómoda o no, lo que está claro es que la pregunta que suscita siempre es común: ¿Cómo será habitarlo por dentro?
El mismo interrogante recae ahora sobre una nueva generación de creadores, que recogen la responsabilidad de continuar el legado de uno de los pesos pesados de esta disciplina en la España del siglo XX. En este caso ha sido studio.noju —compuesto por Antonio Mora y Eduardo Tazón—, quienes no solo han replanteado el espacio realizado por Sáenz de Oiza en este nuevo dúplex, sino que también han decidido responder convirtiéndose en inquilinos por su propia cuenta.
La tarea no es fácil. La primera cuestión que se impone abrumaría a cualquier estudio creativo que se precie: ¿perpetuar y “congelar en el tiempo” o superar y olvidar la herencia de un emblema? Por fortuna, la joven firma no cae en esos términos reduccionistas; studio.noju apuesta por regresar y actualizar. Avanzar y retroceder al mismo tiempo. Todo para completar sin perder un ápice de esencia y sin dejar de respetar la riqueza de la tradición. Así es este apartamento reacondicionado, la unidad 1040 de Torres Blancas —la más grande—: una vivienda que equilibra su historia con un lenguaje inédito para esta.
Los huéspedes imborrables: la curva y la naturaleza
El gran reto del diseño interior es entablar un diálogo contemporáneo con las ideas originales del inmueble. Tratándose de un conjunto de apartamentos circulares, la clave se encuentra en reivindicar la forma: la de la curva sinuosa. La peculiaridad de las estancias curvilíneas determina todo, desde las paredes —e incluso los techos— hasta el mobiliario, especialmente en salón, cocinas y baños. Ensalzar y brindar todo el protagonismo a esa plasticidad es imprescindible para continuar el rastro preciso ya trazado por Sáenz de Oiza.
A pesar de su actualidad, la propuesta de studio.noju está cargada de referencias sutiles. Como las aberturas acrílicas de color ámbar retroiluminadas que emulan la fachada del bloque; pasando por la decisión de mantener la barandilla de latón de la escalera —un guiño del arquitecto español a otro grande, Frank Lloyd Wright. Es decir: doble reseña—; o el uso de materiales como la pizarra negra del vestíbulo, procedente de la misma cantera segoviana que proveyó los pasillos allá en los años 60. ¿Añadidos relevantes? Los óculos y falsos lucernarios, así como los juegos de pavimentos que conectan y diferencian las distintas áreas.
Pero otro de los grandes aciertos del joven estudio ha sido recuperar el verdadero espíritu subyacente, el sueño de los constructores de la época: una ciudad-jardín vertical de residencias colectivas. Como un gran árbol de hormigón se asoció al brutalismo, pero también es un ejemplo de proyecto organicista. El verdadero corazón de los habitáculos, sus terrazas primigenias, habían desaparecido con el paso del tiempo —y de la especulación inmobiliaria con sus sucesivas reformas, todo sea dicho—. Studio.noju ha devuelto el ámbito exterior a través de una circulación fluida que hace borrosa la frontera con el interior mediante soluciones inteligentes.
El legado recogido por studio.noju que avanza
Ahora Torres Blancas vuelve a ser una conversación entre arquitectura y paisaje, un ecosistema de vegetación y plantas que miran hacia dentro. Un sí rotundo al verde —incluido el de las baldosas de cerámica que lo recorren— que conecta al hombre con la naturaleza y que regresa este icono arquitectónico a su espacialidad previa. Y es que la brutalidad del cemento externo puede ser engañosa para quien juzga Torres Blancas y desconoce su valor, ahora actualizado.
O se ama o se odia, pero al menos ya sabemos cómo es vivir en Torres Blancas. Este caso hace patente el interesante e inevitable cambio generacional de creadores, precisamente en el que es uno de los edificios más famosos de España. La vanguardia de la segunda mitad del siglo XX se conjuga con el diseño contemporáneo. Habitar un hito que sintetiza y bebe de grandes padres como Le Corbusier —en su racionalismo— o Frank Lloyd Wright —en su organicismo—, sin que el visitante sepa distinguir qué estaba o no estaba en el planteamiento original es el mejor homenaje de studio.noju.
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El edificio Torres Blancas de Madrid es un bloque de viviendas de lujo construido por Francisco Javier Sáenz de Oinza en 1968. Es un ejemplo de arquitectura organicista y brutalista en España.