Las videoinstalaciones de la exposición Liam Young. Construir mundos, en el Espacio Telefónica, nos muestran futuros poco alentadores, donde el planeta parece un vertedero y los seres humanos han sido totalmente controlados por las máquinas. Y, sin embargo, no deja de haber en todo el trabajo del cineasta australiano una nota de aliento, de esperanza.
Mensajes de una sociedad en decadencia en Espacio Telefónica
En 1977, las sondas espaciales Voyager fueron lanzadas al espacio junto con un disco de oro. En él, se incluyó la información que un comité —capitaneado por el físico Carl Sagan— consideró que podría ser útil a una hipotética civilización extraterrestre para conocer la Tierra. En su interior albergaba música de Bach, mensajes de amor y paz en múltiples idiomas e imágenes de retratos familiares o una escena de construcción en un poblado amish.
Ahora bien, si hiciéramos hoy algo similar, ¿qué incluiríamos en este nuevo envío? ¿Qué podría decir sobre sí mismo un planeta cuyos habitantes se están autodestruyendo y, además, siendo plenamente conscientes de ello? Este es uno de los temas en torno a los que reflexiona el cineasta Liam Young en la muestra Liam Young. Construir mundos, concretamente en la videoinstalación llamada The Emissary: una de las dos que ha creado exclusivamente para la exposición. Situada en el Espacio Telefónica y desarrollada como parte del festival de arte digital MMMAD, en ella encontramos alusiones a la mecanización del trabajo, a la contaminación y a la necesidad de tomar consciencia y llevar a cabo medidas eficientes para paliar los males de nuestra sociedad. Todo ello queda respaldado con innovadoras técnicas de grabación y una inevitable estética apocalíptica.
Tras la lente de Liam Young
Un claro ejemplo de esto último es The Great Endeavour, la otra producción concebida exclusivamente para la exhibición. Creada junto a la científica medioambiental Holly Jean Buck, en ella Young se llena de optimismo y enseña una posible infraestructura con la que podría limpiarse la Tierra, lo que paliaría problemas como el cambio climático. Sin embargo, para lograrlo sería necesaria la cooperación de millones de personas, algo que el director representa con una canción de fondo cadenciosa, casi hipnótica, como la banda sonora cantada por todos los trabajadores mientras realizan la titánica labor.
También vemos un soplo de esperanza para el ser humano en Where the City Can’t See, un corto elaborado con los sistemas de escáner láser de los coches autónomos. Desde el comienzo asistimos a una devastada Detroit, con una influencia entre la frescura de la ilegalidad cometida cuando se es adolescente y la atmósfera tétrica de una película de catástrofes. El metraje nos habla de jóvenes que huyen en taxis independientes por los márgenes de la urbe y que —vestidos con trajes para impedir que los sistemas dominantes puedan percibirlos— se dedican a bailar una danza que les permite ser invisibles ante los dispositivos de vigilancia. Volverse auténticos fantasmas. Resulta imposible no sentir que habla de conflictos que ya se están fraguando en el presente.
Sea o no por la vigilancia, las ciudades en la actualidad se están transformando en entornos cada vez menos habitables. Las zonas comunitarias desaparecen y se trasladan a los ambientes de consumo. La vida social se despliega dentro de centros comerciales o de terrazas, pues las plazas y jardines públicos no dejan de ser eliminados en pos de la urbanización y el comercio. Ante esto, solo queda alejarse y huir a una periferia donde celebrar la vida, simplemente con música y la propia capacidad de reunirse y danzar.
¿Distopía o esperanza?
En muchas ocasiones, el porfolio de Young ha sido definido como distópico, un término que se inventó como antónimo de las utopías que proliferaron en el pensamiento político del Renacimiento y que, etimológicamente, significa “mal lugar”. No obstante, los mundos que construye no son completamente opuestos a las fantasías de soñadores e idealistas. Por inhumanos que parezcan a primera vista, siempre queda en ellos hueco para fomentar la propia identidad.
Siguen latentes el valor de amar —reflejado en In the Robot Skies—, la voluntad de unirse por salvarse y practicar —incluso en una sociedad futurista que es hostil e hipermasificada— rituales que recuerdan a nuestros ancestros; una cuestión que se aprecia en el proyecto Planet City. Con todo, Liam Young deja la puerta abierta siempre a la esperanza, como una señal de que el cambio es posible empezando en nosotros.
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Es un director de cine y arquitecto nacido en Australia en 1979. Su producción se engloba dentro del diseño crítico y el diseño de ficción, destinando siempre sus obras a reflexionar sobre el futuro de la ciudad.
En la cuarta planta del Espacio Telefónica (Calle Fuencarral Nº3). Puede visitarse hasta el 20 de noviembre de este año.