La madrileña Bárbara Allende Gil de Biedma, conocida como Ouka Leele, fallecía ayer, martes 24 de mayo, tras una larga enfermedad. La fotógrafa que nunca abandonó la pintura y la pintora de fotografías ha dejado tras de sí un ecléctico conjunto de obras pertenecientes a numerosas disciplinas, que demuestran su carácter rompedor y polifacético.
La pintura en la fotografía de Ouka Leele
A sus 64 años, la fotógrafa, pintora y poeta Ouka Leele se alegraba de haberse desprendido de ese estilo personal marcado que tanto persiguió de joven —o que la persiguió a ella, más bien—. Aseguraba que su sello de identidad lo encontró pronto, cuando comenzó a pintar fotografías, pero aun así siguió sintiendo durante mucho tiempo la presión de tener que ser reconocible y reconocida.
Su motivación para intervenir sus instantáneas se debía, en primer lugar, al hecho de que la pintura siempre había sido su gran amor y, en segundo, ese intento de plasmar su propia realidad, cognoscible para el resto solo a través de esas imágenes teñidas de colores extraños, fluorescentes en algunas ocasiones y completamente lavados en otras.
Sin embargo, tardó mucho en darse cuenta de que podía crear con absoluta libertad, sin preocuparse por lo que los demás esperaban de ella. De hecho, fue la extravagante serie La Peluquería —donde mostró a sus amigos con jeringuillas o pulpos muertos en el pelo y otros objetos inverosímiles— la que la catapultó a la fama.
En su momento, Paloma Chamorro definió estas escenas como “santos modernos” por su aura de estampitas católicas, pero con aire punk. Resultado de esto, en 2005 las expectativas del público para que realizase más composiciones de este tipo aumentaron, ganando así el Premio Nacional de Fotografía, entre otros galardones que llegarían en los años posteriores.
A pesar de ello, cuando en 2004 le encargaron en Ceutí (Murcia) que elaborase un mural, ella escogió pintar flores, renunciando a cubrirlo con fotografías como se hubiese esperado que hiciera. A esta obra la llamó Mi jardín metafísico, y explicó que las plantas que había retratado en aquellos ladrillos no estaban sacadas de la naturaleza ni de los campos, sino de lo que residía en su interior. Para Ouka, por tanto, el arte veces no era solo una manera de mostrar su visión del mundo, sino también una suerte de terapia, una oportunidad para conocerse mejor a sí misma.
Una artista multidisciplinar
Con su trabajo, la madrileña buscaba siempre lo mismo: “Mi tema favorito es la belleza. Intento acceder a ella y todas mis fotos son intentos. Si consiguiera alcanzarla y plasmarla del todo, creo que habría llegado a mi meta. Pero todavía me queda mucho camino”. Sin duda le quedaba todavía un gran trecho por recorrer, como les ocurre a todos los artistas que quieren reinventarse, explorar, probar e incluso equivocarse.
Por suerte, siempre podremos seguir gozando del ingente porfolio que la autora ha dejado tras de sí, desde su mítica fotografía El beso, realizada para la revista Penthouse, hasta los retratos en blanco y negro de sus familiares y amigos —El Hortelano, Rosi de Palma o su prima Ana durmiendo—, cargados de intimidad y fuerza, pasando también por sus poemas.
Leele heredó este arte de su tío, Jaime Gil de Biedma, y escribió versos llenos de metáforas potentes —que muchas veces usaba también en sus fotografías— en las que, si bien el amor era la habitual temática, había también espacio para otros aspectos como la protesta o la muerte.
Con referencia a los amigos que perdió en su juventud, cuando fue una de las protagonistas de La Movida Madrileña, Ouka Leele confesó: “El caso es que a esa gente que desapareció, Carlos Berlanga o Poch, por ejemplo, yo los recuerdo como ángeles. Los echo mucho de menos”. Y, aunque quizá sea un débil consuelo, ahora solo queda pensar que ella también será recordada como un ángel, no solo por los amigos que van a echarla de menos, sino por todos aquellos que aprecian su arte.
Ouka Leele era el nombre que El Hortelano eligió para una estrella inventada y que a ella le gustó. Con ese nombre firmó en 1979 por primera vez todas las obras de su primera exposición individual, en la galería Spectrum de Barcelona.