Mazda y SACo siempre han hablado un idioma similar: una mezcla entre saberes ancestrales y artesanía contemporánea. Una alianza que se renueva un año más y que acude a la cita de esta edición del Madrid Design Festival sorprendiendo con Rasgos Intangibles, la exposición conjunta que podrá visitarse hasta al 18 de febrero en el Palacio de Santa Bárbara.
La cueva artesanal del Madrid Design Festival
Hemos sido educados en las sombras porque aquello que percibimos no es más que el reflejo de una realidad mayor. Algo así dijo Platón en el 380 a.C. y algo así diría hoy en pleno siglo XXI. A pesar de que la alegoría de la caverna se ubique en el plano filosófico, lo cierto es que cuando se trata de observar los objetos que nos rodean, no siempre somos capaces de entender el mecanismo que los ha conformado. Y si hablamos de aquellos vinculados a la artesanía se suma un valor añadido, ya que a través de materiales, herramientas y procesos es posible vislumbrar el origen de una sociedad: sus rasgos intangibles. Qué somos y qué nos define.
SACo y Mazda lo saben bien. Principalmente porque los procedimientos que llevan a cabo siguen un patrón similar que parte de la reivindicación de lo autóctono como símbolo de modernidad. Desde su creación hace 5 años, SACo lo muestra en su promoción continua y necesaria del savoir faire español, mientras que Mazda lo hace consiguiendo que sus ingenieros trabajen como artesanos tecnológicos.
Esta alianza, establecida entre la Sociedad Española de Artesanía Contemporánea y Mazda, ha vuelto a dar sus frutos en la cita anual del Madrid Design Festival con Rasgos Intangibles. Bajo la batuta de la comisaria Victoria de Pereda, todo un universo multisensorial se despliega desde que se cruza el umbral del Palacio de Santa Bárbara. Recibidos por el Mazda CX-60 y el Mazda MX-30-EV, los puntos en común de Mazda y SACo se van desplegando elegantemente por el entorno palaciego bajo un diseño expositivo que funciona como una caverna tecnológica creada por los colectivos Avanzia y HDFaber.
Mazda, SACo y el silencio como conocimiento
La primera estancia ya nos conduce hacia la culminación ética de los procesos artesanales. Y lo vemos con MA: una instalación de 4 metros que emula el tronco herido de un árbol. Arrojado en medio de la sala y desarrollado por Mazda junto a un equipo de estudiantes del Institute for Material design de la Universidad de Arte y Diseño de Offenbach, el trabajo plantea una oda al vacío iluminado, a la línea fluida y al patrimonio artesanal nipón. La escultural hazaña establece sinergias con las obras del japonés Takashi Kuribayashi. Todo un despliegue de experimentación donde el concepto abstracto ha sido capaz de materializarse, de hacerse tangible frente a nosotros.
Mientras la naturaleza echa sus raíces en la planta baja, en la galería superior nos topamos con una oscuridad que, siguiendo la labor tecnológica de Avanzia y HDFaber, no revela sombras, sino certezas. Las piezas de Mayice, Mad Lab, ACdO, Idola Cuesta, Mercedes Vicente, Henar Iglesias, Bois et Fer o Kima Guitart —entre otros— se iluminan conforme nos aproximamos a ellas, como ideas inteligibles que descienden para alumbrarnos.
Sumergidos en la penumbra y acompañados por una musicalidad continua, una vidriera textil nos separa de lámparas, prendas, máscaras, joyas o tocados que van componiendo paisajes más allá de lo físico. Un imaginario que unifica el espíritu artesanal de nuestro país bajo un emblema identitario.
Tal y como nos confesaba Victoria de Pereda, “Rasgos Intangibles es una exposición inspiradora que persigue transmitir todo lo que la artesanía conlleva: valores, lentitud, oficio, excelencia, escucha del material y del conocimiento”. Y es cierto que en los espacios de Palacio de Santa Bárbara uno puede percibir estos matices. Acostumbrados al ruido de una sociedad extremadamente acelerada, Mazda y SACo nos permiten sentir el ritmo de la pausa en la quietud de la caverna.
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Avanzia y HDFaber.