A finales de junio de 2020, el Liceo de Barcelona celebró la vuelta de las funciones tras el estado de alarma pandémico con una acción de Eugenio Ampudia titulada Concierto para el Bioceno. El cuarteto UceLi interpretó Crisantemi, una pieza de Giacomo Puccini ante una audiencia de 2292 plantas. El propósito de Ampudia y Blanca de la Torre, comisaria e ideóloga de la obra, era diáfano: “acto simbólico de un cambio de paradigma”, desiderátum de una nueva era bautizada como Bioceno en la que el equilibrio respetuoso entre especies situará “la vida en el centro”.
El arte es un código abierto, es su cualidad más insidiosa desde Altamira hasta hoy. Ningún artista tiene el control sobre el significado de lo que hace una vez que lo ha hecho.
Una audiencia vegetal en el Liceo de Barcelona
A finales de junio de 2020, el Liceo de Barcelona celebró la vuelta de las funciones tras el estado de alarma pandémico con una acción de Eugenio Ampudia titulada Concierto para el Bioceno. El cuarteto UceLi interpretó Crisantemi, una pieza elegiaca y melancólica de Giacomo Puccini compuesta en 1890 con motivo de la muerte de Amadeo de Saboya —efímero y malhadado rey de España—, ante una audiencia de 2292 plantas, una por localidad. El propósito de Ampudia y Blanca de la Torre, comisaria e ideóloga de la obra, era diáfano: “acto simbólico de un cambio de paradigma”, desiderátum de una nueva era bautizada como Bioceno en la que el equilibrio respetuoso entre especies situará “la vida en el centro”.
Tan perfilado programa obtuvo una repercusión tan amplia como eficaz en los medios. No faltó la polémica sobre la originalidad del planteamiento a cuenta de intervenciones semejantes de Perejaume, cuyo plafón circular en el techo del teatro fue testigo privilegiado del acontecimiento. Incluso la utilización de estrategias similares, con plantas reemplazando al público ausente por la pandemia en algún reality televisivo, fue traída a colación.
El arte inquietante de Eugenio Ampudia
El vídeo que registra el evento, con su puesta en escena algo pompier, por así decir, pone de manifiesto la apuesta propiciatoria del autor, aun a riesgo de despeñarse en el abismo de los minutos musicales. En cambio, las cinco fotografías de gran formato que lo acompañan filtran una solemnidad siniestra, inquietante, distópica. Lo que se enuncia como ameno jardín de esperanzas se vuelve por momentos bosque de augurios y amenazas, evocación de naturaleza colonizando vengativa la civilización, como los pájaros de Bodega Bay o los jabalíes hambrientos explorando la ciudad desierta.
La retransmisión en streaming, por su parte, reveló en toda su crudeza el desplazamiento del espectador ante la pantalla, testigo impotente de su, nunca mejor dicho, suplantación. El humor negro también tiene cabida: Plantón en el Liceo, tituló RTVE en su canal de YouTube. Hasta las plantas aplauden al término de la función. Como casi siempre, lo inesperado —y aun lo indeseado— supurando a través de sus costuras es lo mejor de las obras de arte, sean estas mayores o menores.
En el siguiente enlace puedes leer otro artículo sobre una exposición de Eugenio Ampudia en Madrid
