Cualquier dificultad trae consigo el premio de un privilegio. La severidad de habitar en un lugar remoto es siempre compensada con el placer de un paisaje puro, que nos retire ascéticamente del exceso superfluo de nuestro mundo cotidiano. De eso habla el complejo de pequeños edificios construidos en la isla de Fleinvær por el estudio de arquitectos TYIN Tegnestue junto a Sami Rintala y la valiosa ayuda de estudiantes de arquitectura. Con su sencillez y su árida belleza, este proyecto ha supuesto el reto de operar con suma delicadeza sobre un terreno frágil, nacido de la voluntad generosa del artista noruego Håvard Lund. El músico adquirió la parcela hace catorce años para convertirla en un lugar de inspiración y trabajo, e inmediatamente sintió la necesidad de compartirla con otros creadores.
Se trata de un grupo de volúmenes dispuestos sobre la pendiente de una colina encarada hacia el mar que cumplen funciones de refugio, sumándose a ellos una sala de conciertos y una cantina. Mediante un escaneado tridimensional, los arquitectos comprobaron que, con este ángulo específico, la ubicación era la idónea para establecer unos cimientos sólidos que causaran el mínimo impacto sobre el suelo, y evitar así dañar la flora y la fauna autóctona.
En lo alto del cerro, se ha recreado una moderna interpretación de un njalla, edificación tradicional noruega que sirve como almacén y que aquí es un espacio de inmersión y reflexión frente al horizonte marino. Se ha levantado sobre el tronco de un árbol talado y su estructura está contenida dentro de un esqueleto de acero pre-fabricado y materiales desechados de otros edificios. Estrategias sostenibles que ponen de manifiesto la inteligente habilidad con la que los arquitectos han hallado las soluciones logísticas adecuadas para construir en un emplazamiento complejo y frágil sin herirlo.