Dos museos, dos inauguraciones, dos conceptos. El desafío de Nimes y Narbona es el de sacar a relucir su romanidad apostando por diferentes conceptos de museo.
El primero en cortar la cinta será el Museo de la Romanidad de Nimes, un proyecto casi terminado firmado por la arquitecta Elizabeth de Portzamparc. Este nuevo icono se aprovecha de su ubicación frente al icónico anfiteatro romano para brillar con su diseño y ofrecer una atracción más a las decenas de miles de visitantes que llegan a este lugar. Por un lado, las teselas brillantes y onduladas como los pliegues de túnica de su fachada garantizan la fotogenia en Instagram. Por el otro, el hecho de permitir el acceso gratuito a su terraza y a su jardín arqueológico supone un incentivo mucho más goloso que el de su propia colección de restos.
Narbo Via, por su parte, es un espacio más complejo y protagonista. Su principal misión es la de mostrar a todos los visitantes la relevancia de Narbona en la Galia romana desde un punto de vista más académico y divulgativo. El centro, diseñado por Noman Foster, abrirá en 2019 a las afueras de esta urbe, una ubicación que permite dibujar en su planta unos decumanos. Esta ha sido la principal idea del Sir británico: centrarlo todo en una gran calle donde luce el Lapidarium, el conjunto de piedras romanas más importantes del mundo. El canal anexo se usará como conexión fluvial con el corazón de Narbona para que sea el museo el que potencie la urbe y no al revés.