A los taninos frescos, las garnachas domesticadas y los rosados primaverales, la Denominación de Origen Navarra le suma un elemento más en la cata: la creatividad. Un rasgo que no sólo está redefiniendo unos caldos con personalidad propia. También está cambiando la forma de entender el enoturismo, convirtiendo los espacios de vinificación en auténticos museos.
Los cuatro cubos-fuente, bautizados como El color de nuestras vidas, del artista chileno Alfredo Jaar comparten pradera con una ermita románica cuyo crismón permanece intacto. Este es sólo uno de esos paisajes improbables que caracterizan a Otazu. En esta finca que se remonta a la época feudal, la familia Cabasés ha unido su fascinante colección de arte contemporáneo con su pasión por el vino. Por eso, la visita a este señorío oscila entre las copas de vino, los paseos entre esculturas de Mascaró o de Manolo Valdés y los comentarios de las obras, muchas de ellas como las fuentes de Jaar o las Valkirias de Otazu de Leandro Erlich, creadas ad hoc para este emplazamiento. En la antigua nave de vinificación, la presencia del arte se organiza en torno a una galería en la que brillan las obras de Kapoor, Ai Weiwei y David Magán. Este mismo autor fue el protagonista de la primera edición de Genios de Otazu una iniciativa por la que un artista contemporáneo reflexiona entorno a las barricas. Su escultura Behind the barrels descansa en una sala de crianza mágica, obra del arquitecto Jaime Gaztelu quien imaginó que los toneles de roble flotaban en lo alto de las bóvedas del monasterio de Leyre.
En Pagos de Aráiz, un oasis de viñas en los vastos campos de Olite, la combinación es similar. En este caso, las obras de la Fundación María Cristina Peterson se disponen en ciertas salas de la bodega y de su zona social. El espacio más fotogénico y representativo es el pasillo en el que se alinean las esculturas medievales de los 12 apóstoles de origen desconocido. Además, en el palacete historicista que acompaña las naves se exhiben lienzos de Barceló, Gomilla y Canogar que acompañan las catas de sus mejores referencias y que subliman la experiencia. En el caso de Bodegas Aroa, la arquitectura es el anzuelo. Su política de sólo incidir en la naturaleza les hace ser respetuosos con la tierra creando vinos ecológicos y levantando un edificio que ha tomado referencias como el aislamiento natural o la orientación norte de los antiguos guardaviñas. Además, las maderas y metales seleccionados fueron elegidos por su margen de evolución, haciendo que el peculiar volumen ideado por el arquitecto José Luis Resano cambie de estación y envejezca deliberadamente en cada añada.