Hacer de lo familiar algo extraño es una de esas frases comodín en el mundo del arte y del diseño. Un lugar común que nos viene excepcionalmente bien para hablar del trabajo de la food designer holandesa Marije Vogelzang. Pionera con su enfoque del food design y todo lo que rodea al acto de comer, sus propuestas ilustran (y cuestionan) muy bien los aspectos de este ritual diario.
Food Design y crítica
Marije Vogelzang se define como una eating designer del food design. Con esto quiere enfatizar su interés en el proceso de comer y en la necesidad de reformular su práctica. Lo que vemos, por ejemplo, en el proyecto Distance Lunch, donde Marije “rediseña” la cubertería. Nuestra anfitriona propone cubiertos de casi 30 cm de longitud, con los que no sólo estamos más lejos de la comida, sino que alteramos nuestros movimientos para adaptarnos a esta nueva situación. Distance Lunch nos obliga a cambiar nuestra postura y nuestro lenguaje corporal. El resultado: comer deja de ser una experiencia mecánica para convertirse en otra cosa.
Siguiendo la misma estrategia de experimentación y juego, Sharing Dinner surgió de la petición de organizar una cena de navidad, encargo que no entusiasmó a Vogelzang en un primer momento. Pero, ¿qué es la navidad? Reunirse y compartir fueron los conceptos elegidos para condensar el significado de estas fiestas. A partir de aquí, Marije concibió un mantel que ejercía también de cortina. En lugar de caer a ambos extremos de la mesa, sus bordes se elevaban hacia el techo formando una caja de tela en la que los comensales sólo podían introducir sus cabezas y sus brazos para participar. El peculiar mantel ocultaba el cuerpo de los invitados, de manera que la indumentaria dejaba de ser un elemento identificador cargado de semiótica. “Así son todos iguales”, explica la autora. Además de eliminar prejuicios y jerarquías, con este mantel-cortina cualquier movimiento brusco alteraba la superficie en la que se apoyaban platos y vasos. La cena se convertía así en una coreografía, donde los movimientos de cada comensal dependían de las acciones de los demás invitados para que todo saliera bien.
Marije Vogelzang. Antropología y alimentación
Que el paladar se educa no es ningún secreto. Según Vogelzang, en las últimas décadas tendemos a una infantilización colectiva del gusto. Las preferencias por el azúcar y los hidratos de carbono predominan a nivel global entre la población del primer mundo. Esto no es casual: son los primeros sabores que identificamos ya que son los principales componentes de la leche materna. Pero Marije llega al rescate con su proyecto de food design Veggie Bling Bling con el que se propone que los niños coman verduras. ¿Cómo? Con un taller de joyería en el que los materiales eran zanahorias, rabanitos, apio, tomates, y las herramientas, los propios dientes de los niños. Sólo podían usar un cortador para hacer círculos. Las imágenes del taller son maravillosas, las creaciones resultantes son un delirio de imaginación y los niños acababan comiendo aquello que habitualmente rechazan.
Seguimos indagando en su portafolio y nos encontramos con chupa chups en forma de pistola para enseñar de la manera más gráfica posible el efecto que tiene en azúcar sobre el cuerpo. Nubes de golosina (malvaviscos) en forma de iceberg que nos dan una visión muy clara de los efectos del calentamiento global cuando se echan en una taza de chocolate caliente. En ambos casos, chucherías lúdicas que generan imágenes muy potentes para llevarnos a la reflexión. Mirar atentos su trabajo de food design nos invita a repensar sobre cuál es nuestra relación con la comida y qué impacto tiene en nuestra salud, en nuestras vidas y en el planeta. Nos hace más conscientes de las pequeñas consecuencias de los actos cotidianos, y nos ayuda a descubrir fórmulas para lo que parecía obvio. Por el camino, además de comer cosas ricas, nos lo hemos pasado bien.