Dicen de él que es un revolucionario del diseño. Sus ideas cobran vida entre el cristal, la luz y la delicadeza de quien lleva en su ADN la majestuosidad de la cultura japonesa. Hablamos de Tokujin Yoshioka, el hombre que transforma en pieza de culto todo lo que toca y que lleva la delicadeza zen a los ámbitos de la abstracción más espiritual.
A finales del siglo XIX, el Art Nouveau, también conocido en España como Modernismo, destacaba por su espíritu de renovación formal y de rebelión estética. El academicismo y las fórmulas historicistas pasaron a un segundo plano y se empezó a abogar por una arquitectura y un diseño inspirados en la naturaleza. Se impuso la belleza, incluso en los ámbitos de lo cotidiano, y se apostó por formas orgánicas y trazos curvos. El uso de materiales como hierro y cristal se convirtió en canon y se aportaron formas refinadas a la producción industrial, haciendo del tándem funcionalidad y belleza todo un leitmotiv.
A pesar de ser considerado a menudo como diseño futurista, el trabajo de Tokujin Yoshioka no podría encajar mejor en este concepto modernista. Un hombre adelantado a su tiempo (como en su día ya lo fue Gaudí, por ejemplo) y deseoso de probar fórmulas que siempre sorprendan tanto a nivel creativo como técnico. Todo esto podría entenderse como un don y a la vez como el resultado de su formación académica. Pero, según él mismo nos comenta desde Tokio, se trata de algo más complejo. “Cuando creo una obra, todas mis experiencias de vida, mi yo japonés, todo se convierte en un elemento para crear”. Y quizá esa influencia del entorno y de su capacidad cambiante es lo que hace crecer su predilección por la arquitectura y el diseño efímero. “Yo prefiero algo que vaya más allá de lo material. Mi creación busca acercase a los sentidos humanos y resaltar la importancia de estos en el diseño y la arquitectura”.
Firmas de moda, instalaciones de arte, mobiliario, joyas… Yoshioka se mueve en diferentes ámbitos como si ninguna disciplina pudiera resistirse a sus encantos creativos. Según Tokujin “el aspecto más importante para el diseño es cuando se refleja una metodología sobre el cliente y su proyecto, y cuando las sinergias ocurren. En este sentido, compartir el mismo punto de vista es lo más emocionante”. Parece obvio. Pero para alguien que busca tener cierta distancia entre sus creaciones y las interpretaciones preconcebidas que de ellas se hacen por haber sido ideadas por alguien de origen nipón, no lo parece tanto. “No estoy interesado en el llamado estilo japonés. Creo que la característica más singular de la cultura japonesa no son sus estilos, sino que todos ellos se derivan de la espiritualidad”. Los trazos de cada una de sus obras provocan una emoción diferente dependiendo de los ojos que la miren, y Yoshioka tiene el deseo de perdurar en el tiempo centrándose en las repercusiones que tendrá sobre nosotros.
Miyake, compañero de camino
Issey Miyake es de esas marcas que desde sus inicios ha cuidado mucho la puesta en escena, combinando de forma sublime diseño y tecnología. Desde hace más de 20 años es Tokujin el encargado de crear lo que muchos llaman “arquitectura del arte”: propuestas capaces de intuir de un modo visionario los cambios en el mundo del retail. Reality Lab es uno de los últimos trabajos que ideó para la firma de moda en un acto de osadía, donde la sobriedad de los revestimientos se enfrenta a los colores estridentes de las piezas de ropa. Prendas que son expuestas de un modo escultórico y que parecen cobrar vida como si, tras costuras y cremalleras, ya estuvieran habitadas. Y el escaso pero más que suficiente mobiliario resalta la sosegada intención de mostrar una línea de vestuario que habla por sí sola con formas, texturas y elegancia. Un juego de sombras y matices muy meditado que se deja ver tras cada pequeño destello.
El brillo de la abstracción
Su pasión por transmitir emociones lo llevan a aferrarse al cristal como su material fetiche, y a escoger la ausencia de color y la transparencia como medio para conseguir un fin. “El color no es necesario para mi creación. Sólo necesito colores que sean significativos, y utilizo los que fueron creados a partir de la naturaleza. La luz, por ejemplo, tiene numerosos matices cromáticos en sí misma”. Un camino de doble sentido donde “los materiales despiertan los sentidos y estos se convierten en un material más con el que trabajar”.
Prueba de su estrecha relación con el cristal fue el hecho de que la firma Swarovski lo escogiera para desarrollar un espacio exclusivo, tal y como en su día ha hecho con grandes nombres como Ron Arad, Tom Dixon o los hermanos Campana. “Ron Arad era mi héroe cuando estudiaba diseño. Y cuando me llamaron de Swarovski como previamente lo hicieron a él, no lo dudé”. Lake of Shimmer emerge como un inmenso y harmonioso lago con más de 16.000 pequeños espejos octogonales que reflejan la luz y crean un continuo movimiento. Un trabajo ideado en su propio mundo onírico, que se acabaría convirtiendo también en uno de los relojes más exclusivos de la marca.
La versatilidad de Yoshioka nos hace descubrir un nuevo matiz en cada obra. En Cartier Time Art nos propuso un viaje al corazón de la maquinaria de los relojes de la firma franco-suiza a través de la exposición de sus clásicos. Por supuesto, con un filtro de cristal entre arte y espectador. Rainbow Church fue una instalación inspirada en la obra que Matisse llevó a cabo en la Chapelle du Rosaire de Vence. “No sé si me influencian el mundo inmaterial o el mundo espiritual puesto que nunca presté atención a estas cosas, pero en los últimos años siento que nuestros valores están evolucionando desde la forma hacia lo sensorial. Y mi reto consiste en incorporar estos elementos al diseño”. Una evolución de lo tangible a lo intangible que sirvió como hilo conductor también en La Casa del té vidriada KOU-AN: una búsqueda de la propia cultura japonesa a través de la reinvención de la ceremonia del té. Objeto, continente y contenido quedan perfectamente delimitados por una geografía sutil de trazos transparentes.
Espacios efímeros
Las instalaciones temporales de Yoshioka hay que entenderlas como ejercicios creativos donde su visión del diseño trasciende la pieza de mobiliario y cobra una dimensión espacial. Algo que vemos en trabajos como Tornado. Yoshioka recreó, literalmente, un tornado con paja transparente como telón de fondo para una exposición sobre su obra en su ciudad natal. Un área nívea y poéticamente caótica donde vamos encontrando piezas de papel, cristal o luz expuestas de un modo individual.
El perfeccionismo a la hora de ejecutar cada uno de estos trabajos hace que la tecnología sea uno de sus grandes aliados, sin condicionar ni convertirse en protagonista por ello. “Es una de las herramientas que me permiten plasmar mi imagen. Sin embargo, no se trata de su uso como el foco principal de la creación. En mi larga experiencia como diseñador, si el diseño se hace en función de las últimas tecnologías, su valor es gradualmente divergente con el tiempo”. Yoshioka disfruta con cada fase del proyecto. Adora ensayar con formas y texturas. Estudiar las posibilidades de cada material es un imprescindible en su metódica manera de enfrentarse al arte. La técnica y el concepto se fusionan dando paso a una simplicidad de líneas sublimes, a una poética que va más allá de la materia. Una poética que hace de la belleza abstracta el centro absoluto de la vida. |