Un pueblo de Austria de mil habitantes decide potenciar el turismo. Sorprendentemente su proyecto no incluye desarrollar postales pintorescas ni rescatar escenas de su pasado. Todo lo contrario. Al igual que Bilbao en su momento o ahora las nuevas capitales asiáticas renovadas a golpe de petrodólar, Krumbach se coloca en el mapa del mundo con un proyecto de arquitectura moderna. Eso sí, de escala menor, aunque tan solo por el tamaño. No por la calidad, ni por el diseño, ni por el resultado.
¿Qué podía ofrecer Krumbach a un grupo de arquitectos de rango internacional? Siete marquesinas de autobuses y una semana de vacaciones en este maravilloso rincón de naturaleza bucólica. Un proyecto modesto con honorarios asumidos por todo el pueblo, que les va a asegurar una tremenda publicidad y no pocas visitas de turistas interesados en ver cómo se resuelve una humilde pieza de mobiliario urbano sin ceder un ápice a cierto ideario contemporáneo.
Por eso es relevante recopilar la lista exhaustiva de los nombres elegidos, para celebrar que a veces la creatividad cede ante el interés económico. Alexander Brodsky, de Rusia; Rintala Eggertsson Architects desde Noruega; Vylder Vinck Taillieu, de Bélgica; Antón García-Abril y Débora Mesa de Ensamble Studio, españoles; además del chileno Smiljan Radic y del japonés Sou Fujimoto. Sin olvidar a Amateur Architecture Studio desde China.
Brodsky presenta una atalaya de madera con un altillo para disfrutar del esplendor del valle y abajo, un rincón para el diálogo. Rintala y Eggertsson plantean un mirador para avistar detalles del entorno. Los belgas de Vylder Vinck Taillieu proponen una lámina metálica doblada hacia el suelo: simple y teatral. García-Abril y Mesa juegan con listones de madera bruta para crear un refugio con aspecto temporal a la vez que sólido. Smiljan Radic ofrece una habitación transparente. Los chinos Wang Shu y Ly Wenyu organizan una perspectiva clásica con un cubo de madera clara abierto sobre el horizonte. Y por último, Sou Fujimoto crea el elemento más onírico: una escalera insertada en un entramado de maderas blancas a modo de bosque de bambú, que se ha convertido ya en sello de Fujimoto. Si no, busquen en Google su Serpetine Gallery Pavillion.
Todas las marquesinas son firmas vivas de los estilos de cada estudio y, a la vez, su legado a una región que se ha interesado por integrar un diseño creativo, sensato e innovador en la cotidianidad urbana de su paisaje. En definitiva, un ejemplo brillante de cómo hacer converger en un mismo punto arquitectura, originalidad y bajo presupuesto.