Cada vez más presentes -y disfrutados-, spas y centros de bienestar se erigen como alternativa idónea para olvidar atrás las tensiones diarias y, en el tiempo récord que requiere un circuito, sumergirnos en la desconexión y tonificación. Lejos dejamos aquel concepto de balneario medicinal y de piscinas terapéuticas, tradicionalmente relegadas a la edad avanzada y a la vida en reposo. Hoy spa –salus per aquam, como lo bautizaron nuestros inteligentes ancestros romanos-, es sinónimo de experiencia sensorial donde los cinco sentidos se ponen al servicio de la relajación física y mental. Es entonces cuando el diseño supera la ecuación de funcionalidad, ergonomía y belleza para añadir el componente intangible de la intervención sobre las sensaciones, gracias al correcto empleo de la cromoterapia, aromaterapia, control térmico y recursos acuáticos.
Desde un enfoque decididamente contemporáneo, optimista e innovador, Tomás Alía construye su segundo proyecto de spa, esta vez para el Hotel Beatriz de Lanzarote. Agua y fuego son los elementos que definen las islas Canarias: paradisíacas playas y tierras volcánicas que sirven de inspiración en la concepción de este espacio, donde todo parecido con los centros tradicionales de baño se limita a sus componentes: piscina, jacuzzi, lounge, tumbonas, sauna, duchas o vestuario.
Con un planteamiento cercano al que el arquitecto Simone Micheli desarrolló para el Wellness Centre del Exedra Hotel en Niza, Alía crea una ilusión que magnifica la experiencia del usuario. Sin elementos divisorios, todo el perímetro se interconecta para propiciar una atmósfera fluida, una historia lineal y sinuosa, potenciada por la curva constante en paredes y techos, junto a las propias de las columnas. El revestimiento de todas las superficies, con mosaicos de vivos colores, contribuye a crear este espacio único y a veces irreal, mientras la elección de la escala cromática marca las diferentes áreas del circuito termal.
Grandes flores de teselas, en paredes y techo, florecen y evocan la exhuberancia exterior. Pero aún hay sentidos que no han entrado en juego; el oído se relaja con el sonido del agua mientras que los perfumes y su empleo en aromaterapia transportan al visitante y aumentan la sugestión. Más allá de un lugar para la salud, Tomás Alía ha diseñado un interiorismo para el espíritu.