Es increíble observar cómo ha evolucionado la forma de presentar las colecciones desde aquellos primeros desfiles del modisto Frederick Worth, inventor, si se quiere llamar así, de la alta costura. Las pequeñas e íntimas presentaciones han desembocado en poco más de un siglo en propuestas multisensoriales donde la prenda -con la mejor de las suertes- ha acabado adquiriendo un papel de actriz secundaria. Y para muestra, un botón.
En la pasada edición de la semana de la moda de Nueva York, la colección Sonata de viento Otoño/Invierno 2014 de Moncler quedó sepultada en el salón de baile Hammerstein bajo una aparatosa instalación mecánica. Mientras las prendas de la firma de plumas permanecían en un segundo plano, expuestas en un macroescaparate divido en seis decenas de cajas e iluminadas de ciento en viento, la instalación humana Pendulum Choir interpretaba a capella en primer término una canción alpina tradicional. Los nueve integrantes del grupo, montados sobre gatos hidráulicos, variaban su grado de inclinación como los esquiadores ante una curva o una pendiente, lo que generaba tímbricas y polifonías muy distintas a las que técnicamente desarrollan: sonidos sintéticos similares a los de una máquina y dirigidos desde una cabina de control. Gracias a los movimientos lineales y circulares, los cantantes funcionan como teclas de un órgano.
Ideada por los artistas artistas suizos André y Michel Décosterd en 2011, Pendulum Choir puede ser considerado un órgano biotecnológico o un invento del Demonio; pero lo cierto es que aúna, como pocas piezas, tecnología, manipulación de la voz humana y vocación teatral. Un claro ejemplo del triunfo de las artes escénicas sobre las disciplinas de la costura, que no solo engrandeció el desfile, sino que demostró también la eficacia de la ciencia en el desarrollo de la creatividad escénica.