Fotos: Eric Laignel y Bruno Moinard
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Aunque a estas alturas puede parecer un lugar común, decir Veuve Clicquot es hablar del champán más caro del mundo. Es hablar de una compañía cuyo nombre en castellano, Viuda de Clicquot, se refiere a la primera empresaria del champán. Pero no ahora cuando la igualdad entre los sexos es una conquista muy avanzada en Europa. No, estamos hablando de principios del siglo XIX, donde todo, y especialmente el mundo de los negocios, era un territorio masculino. Pues bien, esta mujer, Nicole Clicquot Ponsardin, tras enviudar a los veintisiete años, multiplicó un pequeño negocio familiar dedicado al espumoso, hasta convertirlo en una marca de élite.
Para conseguirlo, además de una gran intuición comercial, Madame Clicquot inventó la mesa de removido: un sistema que eliminaba los sedimentos de la bebida. Porque hasta ese momento, el champán era un caldo turbio por los posos. Por si esto fuera poco, su sagacidad publicitaria la llevó a utilizar por primera vez etiquetas en las botellas, algo inaudito en aquella época. Una perspicacia que ha sabido mantener la compañía. Y prueba de ello fue transformar, ya a principios del siglo XX, un palacete neoclásico de la propiedad en una casa de invitados; en un lugar de reunión y descanso reservado a grandes clientes, mandatarios internacionales y personajes de la cultura. Una inteligente estrategia de marketing para seguir haciendo de esta firma un producto de minorías.
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A pesar de que Reims fue masacrada en la II Guerra Mundial y destruida casi en un 60%, esta casa de invitados, Hôtel du Marc, consiguió sobrevivir a su propia historia. No en vano, todavía hoy mantiene los balazos en el exterior como prueba de un currículum vital intenso. Hace unos cinco años, los dueños decidieron reformarla con un objetivo: adaptar sus espacios a las necesidades del siglo XXI. Y no lo dudaron un momento. Para la intervención escogieron a Bruno Moinard, un arquitecto en cuya cartera de clientes se encuentran importantes firmas asociadas al lujo. Al frente del estudio 4BI, Moinard ha desarrollado un estilo sobrio y ligero que se adapta a las necesidades de sus clientes siguiendo, en sus palabras, el culto extremo a la exigencia. Sus trabajos se apoyan en la luz y en materiales nobles como vidrio, terciopelo, bronce…. Unas claves que Moinard ha seguido en este proyecto donde, además, ha estado acompañado muy de cerca por Sabina Belli, Gerente de Marketing Internacional de Veuve Clicquot.
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”Es un edificio precioso, pero muy clásico, y necesitaba un poco de magia contemporánea”. La frase, del propio Moinard, ha sido el motor de toda la restauración. Ese punto de tensión entre tradición y modernidad que, según Sabina Belli, es una fórmula de éxito en otras empresas del lujo como el grupo LVMH. Los trabajos se iniciaron en 2007 y se necesitaron más de cuatro años para concluirse. Primero se estudió la estructura de la construcción, y luego se reordenaron las estancias: como cuenta Sabina, lograr, por ejemplo, que las cocinas no estuvieran lejos de los comedores o aportar más comodidad a las habitaciones y los baños. Y por supuesto, desde una perspectiva esteticista donde diseño, arte y espacio convergen en un punto. En definitiva, hacer de la visita a Hôtel du Marc una experiencia única. Pero eso sí, respetando la historia del palacio. Es decir, no traicionando su arquitectura.
De hecho, todo el esplendor neoclásico se observa en el exterior o ya dentro, en la escalinata y en la barandilla de hierro forjado. Aunque también es cierto que desde la misma escalera nos encontramos ese viraje al siglo XXI con el espejo-origami inspirado en los pliegues de Issey Miyake. Este juego entre pasado y referencias actuales ocupa todo el edificio. Para ello, el arquitecto y la propia Sabina buscaron nombres importantes de la creación contemporánea. Por ejemplo, en el jardín, los hermanos Campana han ideado un pabellón-escultura. En la sala de degustación dominan las lámparas de neón Pendeloque de los franceses Jungnet+Clairet, que han sabido reducir la luminaria prácticamente a un trazo, a un concepto.
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Sin embargo, tal vez el mayor golpe de efecto se encuentre en el pasillo de los dormitorios. Una zona de tránsito suavemente iluminada con grandes retratos de la familia Clicquot Ponsardin. Imágenes en 3D que presiden la puerta de las habitaciones y que dan al espacio el aspecto ceremonial de un gran museo. “Escogimos, comenta Sabina, formatos de gran tamaño que pusimos directamente en el suelo con una iluminación muy dramática. El efecto final es realmente espectacular y esperamos que nuestros visitantes puedan mantener esta visión en mente como una de las experiencias más intensas de su visita”. Justamente en el pasillo se encuentra el banco Cadre de vie, de Pablo Reinoso, otra de las piezas más relevantes del Hôtel du Marc, donde el autor argentino deja a la vista su estilo escultórico de formas curvas y escapistas.
La casa dispone de seis habitaciones, cuyos nombres aluden a las estaciones del año y a los países que han sido fundamentales en la expansión de la marca. Cada una desarrolla un criterio muy diferente. Desde los colores suaves, a la simplicidad minimalista. Auque sin duda, la apuesta más radical es Once upon a dream, “la cápsula del sueño” de Mathieu Lehanneur: una estructura futurista y orgánica, pensada para facilitar el descanso a través de la gestión del color, la luz y la temperatura.
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Conocer Hôtel du Marc no es tarea fácil: solo se accede por invitación a este palacio donde los huéspedes tienen garantizado el impacto y la sorpresa. En sus diferentes estancias conviven un barroquismo de claroscuro con pequeños trazos de excentricidad elegante. Propuestas arriesgadas y diseños audaces que saben interactuar con la tradición y con los que la empresa Veuve Clicquot, además, quiere aportar al concepto “lujo” una dimensión esteticista. Lo dicho, exclusividad arty.
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