Hay proyectos que se merecen una mención especial porque aúnan con inteligencia patrocinio y creatividad. Así ocurre con la iniciativa Out of the Woods, que ha llevado a cabo la AHEC (siglas en inglés de la Agencia Estadounidense de Exportación de Maderas), en colaboración con la empresa británica Benchmark y el Royal College of Arts de Londres. El resultado se exhibió en el London Design Festival el pasado mes de septiembre.
Todo empezó en verano cuando se convocaron a doce jóvenes diseñadores que desearan trabajar con maderas de frondosas de Norteamérica para concebir una serie de sillas. Se les formó en los procesos de fabricación y conocieron el ciclo de vida del material desde que se abate el árbol hasta que se usa el asiento. Dos tutores como Sebastián Wrong, de Established & Sons, y Harry Richardson, de Committee, acompañaron a los estudiantes desde el boceto hasta su consecución.
La sostenibilidad era una idea insoslayable y se aplicaba tanto al coste energético de la producción como a la durabilidad del producto. El objetivo: minimizar la huella de carbono y lograr, por tanto, el menor impacto medioambiental. Para muestra, el taburete Snelson de Sam Weller, cuyos componentes se mantienen unidos mediante la tensión continua de cuerdas. El objeto recuerda el principio de tensegridad de Buckminster Fuller y busca la sencillez de la fabricación inicial, así como el de las piezas de repuesto si hubiera rotura con el tiempo.
Al trabajar con materiales como el fresno, creadores como Santi Guerrero Font pudieron reducir el grosor de la plancha de madera sin alterar su resistencia. Su creación, la Silla Num. 4, refleja un claro interés por el estilo danés donde las técnicas de construcción son un elemento destacado del diseño.
Pero no solo de técnica vive la muestra Out of the Woods, sino también de palabras, pues se encargaron a destacados escritores británicos textos originales sobre cada objeto. Entre ellos, un poema de la galesa Emily Atkinson que da título a la exposición. Así es cómo se escribe la historia de doce sillas singulares. Y así es como se demuestra que el buen diseño es totalmente compatible con el respeto al medio ambiente.