Comparte

Madrid, noche cerrada. Todos los vehículos aparcados en una calle de Malasaña tienen una sirena de policía en su techo. El azul en movimiento giratorio se refleja en las fachadas como si de un estado de emergencia se tratara. ¿Han vuelto a sitiar el barrio las fuerzas del orden? No. Solo estamos ante una intervención realizada por el colectivo madrileño de arte urbano Luzinterruptus. Un vocablo mitad castellano y mitad latín para preservar la identidad de tres creadores anónimos que pretenden “dejar luces encendidas por la ciudad con la intención de que otros nos las apaguen”.

En su vida diurna, los dos componentes de Luzinterruptus se dedican a la fotografía, al arte y la iluminación. Se encuentran al menos una vez por semana y conciertan acciones clandestinas de acuerdo con las escenas que les sugiere Madrid. Sus ideas nacen de manera espontánea. “A veces salimos con nuestro carrito de luces por la ciudad sin rumbo fijo, a la búsqueda de instalaciones que otros ciudadanos construyeron anónimamente y que en ese momento nos inspiran y sentimos especialmente artísticas o reivindicativas”. Nacido en 2008, el grupo se caracteriza por “poner un punto de atención luminoso a problemas que detectamos en la ciudad y que parecen pasar desapercibidos a las autoridades o los ciudadanos”. Rituales anodinos como la recogida de la basura con bolsas de residuos iluminadas desde dentro. O la excesiva contaminación lumínica que escenifican, por ejemplo, con la pieza Malas hierbas mutantes. Humor crítico frente al invasivo “verde antinatural” de los rótulos de farmacia, cuyo impacto, nos cuentan, “creará en un futuro no muy lejano una nueva especie vegetal alimentada por la fotosíntesis de esa potente luz de bajo consumo”.

Para trabajar emplean objetos de poca transcendencia que a veces recuperan de la calle y a los que dan una nueva vida o dignidad gracias a la luz. Frente a espectaculares proyectos diseñados con nuevas tecnologías gracias a patrocinadores públicos o privados, Luzinterruptus logran la sorpresa visual con intervenciones pequeñas, a veces mínimas, pero siempre muy sostenibles. “Utilizamos la luz como materia prima y la noche como lienzo”.

Con poco presupuesto para sus obras, el colectivo se explaya en festivales donde se les ofrece un caché cerrado y la oportunidad de crear instalaciones más ambiciosas, tanto en contenido como en materiales. Así nació Control Radiactivo. Realizado para el Dockville Festival de Hamburgo en agosto del año pasado, se trata de una visión poética del pánico tras el escape nuclear de Fukushima. Para la ocasión, convocaron un misterioso ejército de cien figuras cubiertas por monos y mascarillas anti-radiación. El objetivo: despertar en el público una reflexión sobre las consecuencias reales de una catástrofe nuclear. Sin textos, sin música, con la única partitura de unas formas anónimos iluminadas en medio de un descampado. Este mes de junio presentarán dos nuevos trabajos. Uno en el Gewerbemuseum de Winterthur, y otro en el Festival Light in Winter de Melbourne.

Con la única publicidad que les proporcionan la red y los espectadores callejeros, Luzinterruptus se está convirtiendo en una referencia creativa y social que señala y denuncia. Siempre sin grandilocuencia. Un camino independiente con el que revelarnos otra visión de nuestro propio paisaje, el real y el imaginario.

www.luzinterruptus.com

Tu opinión importa

Dinos, ¿qué te ha parecido este artículo?

Puntuación media 0 / 5. Recuento de votos 0

¡No hay votos hasta ahora! Sé el primero en calificar esta publicación.

Tags

Comparte