En el actual diseño español, cada vez son menos los nombres propios y más los equipos creativos. Colectivos que reivindican una actitud propia a la hora de idear objetos, crearlos y vivirlos. Stone Designs, lagranja design y emiliana design studio se mueven entre la intuición y la reflexión, sin perder nunca de vista la funcionalidad y el usuario.
Stone Designs
Es raro encontrar un estudio de diseño que en sus inicios (1995) apostara por la autoedición y distribución propia: un riesgo creativo y comercial que puede acabar con las ganas del más entusiasta. Sin embargo, fue el modelo de trabajo elegido por los madrileños Stone Designs (Cutu Matazuelo y Eva Prego) que, a pesar de los obstáculos, encontraron en este sistema una inmensa satisfacción.
Al reivindicar su diferencia, Stone Designs imprimen siempre una visión muy personal a sus objetos, eliminando de ellos lo meramente ornamental. Con cada producto se enfrentan a “un ejercicio de concepto” que les sirve a la vez para encontrar el material específico con que darle forma: “incluso muchas veces [el objeto] lo pide por sí mismo”. Y por supuesto, sin renunciar a la funcionalidad. En el caso de Line House, por ejemplo, la idea consistía en “reducir a una sola línea continua todo lo necesario para una casa”.
Las vivencias más cotidianas y sus constantes referencias a la naturaleza conforman el peculiar mundo de Stone Designs: “un estilo basado en nuestro día a día, en lo que nos rodea, en la naturaleza, sus formas y colores”. De hecho, vale la pena visionar el vídeo de inicio de su página web: todo un trabajo de descontextualización de los objetos reinsertados en el medio natural que los inspiró. Allí están, entre otros, el banco Cun haciendo frente al oleaje del Cantábrico o las mesas Drops flotando en un estanque.
Para el tándem Matazuelo-Prego, el diseño no saca los objetos de sus contextos funcionales, sino que los aproxima a la cotidianeidad. Una cercanía que ellos mismos confirman cuando aseguran que conviven con sus propios trabajos en el estudio o en casa como si formaran parte de la familia. “Nos gusta tener cerca nuestras creaciones, estar rodeados de nuestras piezas”.
Lagranja design
Los cinco miembros de lagranja rehúyen definir su estilo y proponen el concepto “actitud” para referirse a su manera de trabajar. Un oficio que ejercen en equipo alrededor del binomio formado por Gerard Sanmartí y Gabriele Schiavon, y que completan María Ruiz como coordinadora de proyectos de diseño industrial, José Manuel Fernández, responsable del área de interiorismo, y Cristian Marín.
Según ellos, la labor en común es la clave para evitar los caprichos propios de diseñadores ególatras, y porque además las disciplinas se enriquecen unas con otras. Por eso se reparten entre todos la coordinación de las diferentes áreas (producto, interiorismo, exposiciones), aunque también reconocen que en los objetos el aspecto de la autoría es tal vez más relevante. Algunas fotos del equipo recuerdan poses de constructivistas en acción, pero nada más lejos de su universo personal donde imperan conceptos tan humanos y subjetivos como la actitud o la energía.
El colectivo de lagranja design busca que sus productos “sean optimistas, llenos de vitalidad y atención a las personas”. Por eso la ironía y el humor están presentes en sus objetos, y a menudo en su presentación. Prueba de ello son algunos retratos del estudio con peto fosforescente. O también el afán por otorgar a sus creaciones nombres que tengan relación con la naturaleza, en honor precisamente al nombre que eligieron para el estudio. Una de su silla más conocida se llama Lula, calamar en portugués: al acabar la maqueta vieron que la forma recordaba a un cefalópodo.
Ocurrentes pero organizados, y conscientes de lo que se espera de ellos, ven claros los límites entre el diseñador y el artista: “nos peleamos a diario con funciones, necesidades, ergonomía, presupuestos, y creo que esto no es propio del mundo del arte”. No nos cabe la menor duda.
Emiliana design
emiliana design recoge en su denominación los nombres de Emili Padrós y Ana Mir, tándem que se dio a conocer al ganar en 2000 el concurso New Ideas for Boeing Business Jet Interiors organizado por la revista Domus. Aquel éxito les permitió consolidar su estudio, abierto en 1996, y empezar a colaborar con Nani Marquina, firma para la que han creado, entre otros productos, la Flying Carpet.
Desde sus inicios trabajan juntos de manera natural. “En muchos casos uno de los dos arranca el proyecto y el otro se añade, cuestiona, aporta otra vía o soluciones”. Esta dialéctica la aplican también a los fabricantes: “nosotros a veces lanzamos retos y nos gusta que la empresa los asuma y responda con su experiencia. Tenemos mucho que aprender de las empresas con las que trabajamos”.
emiliana design reivindica la experimentación en la elaboración del producto: han llegado a utilizar materias como el chocolate –en las Chocodosis-, para alegría de sus conocidos que reciben siempre con agrado sus creaciones. Su relación con el material resulta casi instintiva, aunque luego le dediquen mucha reflexión: “los materiales definen el producto a nivel formal, físico, pero también expresivo, cultural, sensorial…”
Esta preocupación por los materiales es lo que tal vez propicie que el vínculo entre funcionalidad y estética encuentre un equilibrio natural en sus trabajos. “Diseñamos de manera intuitiva sin separar conceptos como forma y función… Por ejemplo la Flying Carpet propone un punto de descanso en una alfombra y esto se traduce en el simple gesto de elevar una de sus esquinas con un elemento blando que sirve de apoyo”. Pero esa naturalidad es producto de un enfoque distinto y novedoso de las necesidades para involucrar siempre al usuario. Como ellos mismos afirman, “al fin y al cabo, que un objeto comunique algo, desate emociones o genere debate no excluye su parte funcional”.