El fotógrafo norteamericano David LaChapelle aterriza en París. Hasta finales de mayo el Palacio de La Monnaie le dedica una amplísima retrospectiva que repasa veinticinco años de carrera. Moda, excentricidad y un reciente dramatismo mesiánico para fotografías que forman parte de la iconografía pop más contemporánea.
Cuando observamos la obra de este americano de cuarenta y cinco años, es inevitable pensar en palabras como provocación, glamour, color, descaro, exceso o fama disfuncional. Desde que Andy Warhol le encargara unas fotos para Interview, no ha dejado de trabajar. Todos hemos podido ver sus imágenes en las portadas de las revistas más importantes del planeta. Su obra está salpicada de barroquismo, de porno-chic, de pop art, y por supuesto, de un sentido del humor muy particular.
Nacido en Connecticut, David LaChapelle ya derrochaba precocidad fotográfica cuando fue contratado por Warhol. De ese período, a principios de los 80, LaChapelle asimiló la veneración por la fama, por el capitalismo, las drogas, el color y el sexo. En definitiva, cañonazos de arte pop con toques oníricos, casi surreales. Existe un paralelismo entre la obra de Warhol y la producción de LaChapelle fruto de sus trabajos juntos, y del interés de ambos por el arte, la publicidad y el exceso. Tras la muerte de Warhol, LaChapelle ha continuado amplificando los horizontes del pop art con una imaginería única cargada de ironía, frivolidad y desvergüenza.
Celebridades disfuncionales
Pero además de ser un muy buen fotógrafo, LaChapelle es un tipo inteligente que ha conseguido un estatus mundial gracias a sus habilidades sociales. No sólo hay que dominar la técnica fotográfica y tener un estilo único, es necesario también gestionar el talento y, sobre todo, saber promocionarse: otro elemento aprendido de los comportamientos de Warhol, innegable promotor de sí mismo. En este sentido, LaChapelle ha jugado muy bien sus cartas. Los retratos de celebridades y la particularísima forma de presentarlos, le han ido dando poco a poco una sólida reputación. Sus trabajos en el mundo de la moda y la publicidad, siempre con un pie en lo comercial y otro en lo artístico, le han proporcionado prestigio y popularidad.
LaChapelle ha realizado también vídeo-clips para cantantes como Elton John, Amy Winehouse o Britney Spears, así como campañas publicitarias para H&M o Burger King. En 2005 estrenó Rize dentro del festival de Sundance, un documental que obtuvo muy buenas críticas. Sin embargo, han sido sus fotografías a Naomi Campbell, Angelina Jolie, Cameron Díaz, Madonna, o a su musa por excelencia, Amanda Lepore, las que terminaron de catapultarle.
París-Connecticut
LaChapelle llega ahora a Europa en una gran retrospectiva organizada en el parisino Palacio de La Monnaie. Delirios de la razón es el nombre de la exposición, que aborda un itinerario fotográfico de doscientas imágenes realizadas a lo largo de veinticinco años. Entre todos esos trabajos no faltan sus piezas más emblemáticas con todos y cada uno de sus clichés: vanidad, perversión y sensacionalismo mordaz. Una parte importante de la muestra se ha centrado en los retratos de la farándula internacional. Como reflexión vinculada sobre los pecados capitales, podemos ver en esas producciones el culto a la personalidad, a la fama hiperbólica, a la lujuria o a la gula. Algo que se observa en Muerte por hamburguesa, donde una modelo es literalmente aplastada por una hamburguesa gigante. LaChapelle aborda la miseria humana con tal ferocidad que los organizadores de la exposición alertan a la entrada de que ciertas fotografías pueden herir la sensibilidad.
Al otro lado de la frivolidad
Pero este recorrido que LaChapelle nos plantea va más allá de sus retratos archiconocidos, esas obras esperpénticas, divertidas y frívolas que son ya icono de la cultura contemporánea y que muestran a estrellas de Hollywood en situaciones ridículas. LaChapelle propone también un acercamiento a la crudeza del ser humano a través de sus miedos y debilidades. Soledad, dolor, tristeza en series más recientes como Diluvio, Destrucción y desastre o Presagios de inocencia.
Justamente en Presagios de inocencia, la monumentalidad de la imagen resulta brutal. En esta obra, y haciendo referencia a un poema del mismo nombre de William Blake, LaChapelle traspasa las fronteras de la fotografía tradicional en ese deseo de despojarla de su bidimensionalidad, a la búsqueda de un aspecto tridimensional. Partiendo de esta premisa, nos encontramos con un particular Jardín de las delicias, donde Paris Hilton preside la escena.
Otra de las series más actuales es Diluvio. En ella podemos ver cómo los seres que aparecen se aferran con miedo a sus creencias antes las embestidas incontrolables de las fuerzas de la naturaleza. Un buen ejemplo es Catedral, de un recargamiento y una exageración visual contundentes. En esta misma serie, trabajos como Estatua, muestran la destrucción misma de la conciencia artística occidental: los museos, ahogados bajo las aguas, y sus tesoros, olvidados y abandonados.
Verdad y simulación
Como comenta uno de los comisarios de la exposición, Gianni Mercurio, las fotos de LaChapelle gritan un mensaje claro: “en una sociedad dominada por la publicidad y por el comportamiento consumista, la verdad sucumbe a la simulación”. Excesivo e histriónico, LaChapelle refleja en sus últimos trabajos un mundo en crisis, con seres humanos en caída libre, rodeados de un barroquismo caótico y decadente. Un planeta imaginario fantasioso y lejano. Un planeta imaginario que oculta bajo pátinas de maquillaje y Photoshop lo único que somos: carne de píxel en un lento proceso de descomposición y de hundimiento. La frivolidad y el nihilismo como formas de evolución.