Detener el tiempo. Olvidar el exterior. Esto es una isla. Paréntesis transparente donde las palabras flotan invisibles. Donde la historia queda quieta y se hace forma, de mejor o genial manera. Porque estos son premios que florecen en la genial vida cotidiana. Rompo el protocolo y, en primera persona, con la licencia del diseñador venido al papel escrito, defiendo lo que me conmueve. He visto esta exposición, diseñada por Mariano Martín, como un observador privilegiado.
Los Premios Nacionales de Diseño son entregados anualmente. Estos galardones no engañan. Su título es sencillamente eso: un reconocimiento del Estado a los creadores y creativos. Ellos son los protagonistas de esta muestra retrospectiva de 25 años.
Hasta el 2 de Mayo, una cuidada selección de las piezas físicas de todos los premiados estarán en la Central de Diseño de Matadero, en Madrid. En un hecho histórico, un equipo del Ministerio de Industria, Economía y Competitividad ha apoyado el diseño y sus actores, trabajando al unísono en una orquesta de personas que aman al diseño.
Ha sido un proceso sin precedentes, donde las empresas, los profesionales y las instituciones han puesto a favor del público un total de 69 galardones. Una exposición pensada para ser explorada: cada año está encerrado en un cilindro con perforaciones para introducir la cabeza a la altura de niños y mayores y escuchar a los autores del diseño narrando lo que estamos viendo.
Sin complejos, este proyecto cuenta lo que somos como país, como industria, como creadores y como empresarios. Todo al mismo tiempo, a través de productos, a través de las casas, que son lugares, de las personas, sus objetos o sus muebles. En la mente del visitante, tras la palabra silla ya no habrá un vacío, hay un ser humano pensando en miles de seres humanos: un diseñador. Una retrospectiva para el futuro, montada por los que hoy queremos dejar un mejor sector para aquellos que empiezan. Para que los emprendedores descubran el poder del diseño en sus nuevos proyectos. Una herramienta para transformar en visible lo invisible.
En la exposición unos verán “mi silla”, “la silla de…” o el “tren que…” Aquellos testigos mudos de los momentos vividos, de las vidas presentes, pasadas y por venir. Artefactos creados para la humanidad que detonan recuerdos propios y disparan la memoria como olores y sabores. Esas atmósferas privadas y únicas que nos pertenecen, porque no es la vida, es el camino. Sigamos andando.