Hay muchos motivos por los que se podría decidir enterrar un edificio: por razones climáticas, para ganar privacidad o para resolver un problema de cota. Sin embargo, parece que el estudio WillemsenU escogió excavar dos sótanos en una parcela rural de Eindhoven, cautivados por conservar la belleza de una pradera silvestre.
La casa enterrada de WillemsenU
Los arquitectos de WillemsenU debían estar muy convencidos al excavar dos plantas bajo la superficie en un país con mucha de su extensión por debajo del nivel del mar. Aunque, posiblemente, contasen con información técnica suficiente como para no correr riesgos, y no solo con la fuerza de la poesía por querer conservar una pradera natural.
Además, en el proceso es probable que añadieran alguna ventaja más relacionada con el ahorro energético o la privacidad de los patios. Pero, aun así, tomar este camino les tuvo que llevar a lidiar con problemas —la iluminación, los accesos, los recorridos interiores o la integración en la parcela— que con una disposición más convencional no habría sido necesario resolver.
Los jardines de la pradera silvestre de Eindhoven
The House Under the Ground —nombre que recibe el proyecto— resuelve casi todas sus dificultades con un juego de patios interno y externo. Los de dentro abastecen de luz y de ventilación a todas las habitaciones de la vivienda; mientras que los de fuera aportan zonas estanciales exteriores para las partes más públicas. Sin embargo, todo este gesto no cobra sentido hasta que no se acompaña con un tratamiento de la topografía que arropa al volumen emergente: la gran caja de hormigón se convierte en una cueva inocente, en una pequeña bodega incrustada en una colina.
El estudio holandés ha intervenido con sensibilidad un terreno que va cobrando interés según se produce la aproximación al edificio. Con una distribución espacial interesante, se ofrecen varios tipos de jardín que permiten celebrar en todas las entradas de luz y las vistas. La propuesta de WillemsenU ha puesto todos los esfuerzos de diseño en lo que no se ve para resaltar lo que ya venía ocurriendo: evidenciar el auténtico lujo de un espacio improductivo.
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El edificio se emplaza en una parcela rural a las afueras de la ciudad de Eindhoven (Holanda)
El estudio holandés plantea un proyecto enterrado en el terreno y arropado por una topografía artificial que permite liberar el máximo espacio de la parcela.