En Holanda tuvieron que comerle terreno al mar para poder establecer las ciudades que hoy conocemos. Conscientes de que la población crece y el suelo es un bien limitado, optan por la construcción en altura como herramienta sostenible, eficaz y oportuna. El think tank The Why Factory explora en sus investigaciones múltiples posibilidades de desarrollo para las urbes mediante la producción de modelos teóricos. En la reciente Dutch Design Week, elaboró un concepto que demuestra que la arquitectura flexible y evolutiva es el futuro y que, además, es posible.
Para ello, The Why Factory presentó un proceso de diseño participativo concebido como un videojuego en el que se buscaba hacer realidad todos los sueños de cada usuario, a sabiendas de que el espacio es limitado. Es decir, alcanzar la densidad máxima y a la vez la realización máxima de la visión egoísta e idealista de cada participante. Sin concesiones. Este fuego cruzado de egos y deseos obligaba a los jugadores a aprender a defender sus ideales y, a la vez, a negociar con sus vecinos, en un ejercicio donde sólo se aceptaban los acuerdos win-win. Todos deben ganar aprovechando las sinergias que se establecen con los vecinos. Del ego al (W)ego.
El objeto resultante, materializado por los arquitectos holandeses MVRDV en la plaza del mercado de Eindhoven, representa un momento congelado de esta negociación evolutiva. Nueve espacios de colores diferenciados se entrelazan, tan unidos e imbricados como diferenciados por sus dispares maneras de vivir. Al fin y al cabo, esta fascinante propuesta de sociología-ficción nos pone un espejo frente a nosotros, dándonos la oportunidad de identificar nuestros deseos y alcanzarlos en confluencia con los de los demás.