Vincenzo de Cotiis —arquitecto, artista, diseñador de mobiliario y de moda— es capaz de reutilizar la casquería de la industria para conmover. Sus piezas de mobiliario no son nuevas tipologías de muebles, pero va a susurrarnos al oído como las sirenas de Ulises. El suyo es un estilo que podríamos denominar “collage decadente”: algo que rezuma glamour y futuro.
Los desechos industriales como inspiración de Vincenzo de Cotiis
Las vísceras se mezclan con los líquidos que tiñen el suelo de colores rojos, violetas y un marrón tan oscuro que cualquiera lo llamaría negro. Corta el pavimento y pone orden un chorro de agua a presión, que lucha contra la superficie y hace correr los fluidos hasta un sumidero que disimula lo que engulle. Queda una sensación de aparente limpieza e inquietante tranquilidad. Estamos en una sala de despiece donde se diseccionan y se aprovechan las partes que se usarán para cada plato.
Para alguien que pisa el taller de un oficio, una sala de despiece no es algo muy diferente. Menos sangriento, obviamente, pero en todos los talleres siempre hay descartes: órganos estériles, restos de algo que no existirá… Hablamos de retales muertos en los que algunos oímos un latido que turba la mente. La creatividad del diseñador es la descarga eléctrica que les da un alma y las devuelve a la vida.
Vincenzo de Cotiis —arquitecto, artista, diseñador de mobiliario y de moda— es capaz de reutilizar la casquería de la industria para conmover. Su trabajo es un meritorio equilibrio donde todo podría salir mal, incluso simular descuartizamiento. Pero no ocurre nada de eso. Este italiano nacido en Gonzaga tira de veteranía arquitectónica y genera escenarios finalmente neutros e increíblemente recargados.
De Cotiis es él y su némesis jugando al ajedrez, echando un pulso, retándose a no parpadear. Se nota en los grosores y en la rotundidad de las piezas, en esas marcas que cuentan su pasado, su proceso y el camino recorrido en la transformación a objeto.
Vincenzo de Cotiis no va a crear nuevas tipologías de muebles, pero va a susurrarnos al oído como las sirenas de Ulises. Sus mesas megalíticas son dólmenes de la era industrial. Sus aparadores buscan ser tocados, constreñidos a la función muy a su pesar.
En sus butacas se posan más miradas que cuerpos y en sus lámparas perdemos la vista mientras seguimos las vetas, los cables, las piedras o el metal. El suyo es un estilo que podríamos denominar “collage decadente”: algo que rezuma glamour y futuro. Lo neandertal domesticado por manos de la edad digital. |
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