Una casa en un árbol es mucho más que una cabaña de juegos. Es un guiño a la infancia, cuando no un refugio para la imaginación. En países como Estados Unidos o Alemania existe, además, una cultura alimentada por novelas y películas. Y de hecho, proliferan los estudios de arquitectura que se han especializado en dar identidad a proyectos que apuestan por integrarse en un entorno natural. Sin embargo, en el caso de esta construcción diseñada por los alemanes Baumraum, la idea de alojarse en medio de un bosque se ha llevado más allá. Y es así porque no solo estamos ante un espacio habitable. Nos encontramos ante una propuesta global en la que convergen conceptos como sostenibilidad, actividad empresarial y eficacia arquitectónica.
Localizada en la ciudad belga de Hechtel-Eksel, la Tree House es un puente entre economía y ecología, creado expresamente para que políticos, hombres de negocios y miembros de la sociedad civil se reúnan allí con el propósito de pensar maneras ecosensatas de vivir y de producir. En realidad, esta estructura es en sí misma un fin y un medio para comunicar valores como calidad ambiental o responsabilidad social. Unos ideales defendidos por Andreas Wenning, alma mater de Baumraum y autor del libro Tree Houses (DOM Publishers, 2011). Wenning se ha ido especializando con los años en concebir casas entre árboles, que pueden funcionar como pequeños lugares de retiro, salas de juegos o incluso como hoteles.
Para no intervenir en la regeneración natural del suelo, Tree House se sitúa en altura y reposa sobre unos pilotes de acero inclinados. El metal también envuelve los dos espacios que conforman la vivienda y que adoptan la forma de dos hojas plegadas sobre sí mismas. En esas dos cabinas se distribuyen una sala de encuentro para tomar café, una sala de trabajo y reunión dotada con equipamiento tecnológico, sin olvidar servicios y cocina para comodidad de los participantes. El cristal y la madera son los otros dos materiales elegidos. Con ellos, el diseño interior cede protagonismo al paisaje y a la vez transmite calidez.
Para salvar las inclemencias climáticas, se ha incorporado un sistema geotérmico que calienta y enfría los habitáculos sin expulsar CO2 a la atmósfera. Igualmente hay aparatos de emisión y aspiración de aire escamoteados bajo los bancos. Y podríamos seguir con la lista de soluciones sostenibles… Pero más allá de esto, el proyecto de Andreas Wenning es ante todo una construcción a medio camino entre la fantasía y la conciencia ambiental; una metáfora arbórea que propone y defiende otras formas de relación del hombre con su entorno inmediato.
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