1918. Café Voltaire. Zúrich. Tristan Tzara, Robert Desnos y André Breton juegan. La idea es sencilla. Escribir algo en un papel. Doblar. Pasar la hoja. Continuar la frase sin ver lo que propone el participante anterior. Repetir hasta que todos los jugadores hayan intervenido. Se llama Cadáver Exquisito. Uno de los múltiples juegos que los surrealistas utilizan para crear de manera colectiva, espontánea e intuitiva. El ejercicio, aplicable a toda disciplina artística, estimula la escritura automática logrando que el subconsciente se exprese sin límites.
2015. Design District. Miami. Craig Robins y Terence Riley también juegan. El primero encarga al segundo un parking de siete plantas. Uso mixto. Comercio, espacios públicos y aparcamiento para 800 coches. Llaman a cinco estudios de arquitectura de todo el mundo: WORKac, J Mayer H, Clavel Arquitectos, Nicolas Buffe y K/R. Asignan a cada uno de ellos un área específica del edificio. No hay reglas: proyectan libremente. Diferentes estrategias, estilos e ideas a priori no relacionadas. Ninguno conoce lo que los otros equipos presentan. Introducen el azar en el proceso creativo, desmitifican el conocimiento establecido. Se entregan totalmente a los poderes de la imaginación.
2018. Museo Garage. Miami. En esta zona dedicada al diseño y al arte innovador destaca el atrevimiento y la originalidad de la propuesta. Una composición con enigmáticas figuras en chapa negra cortada con láser y plástico de resina de fibra. Una fachada estampada en naranja y beige. Otra titulada XOX (abrazos y besos en inglés). Una cuadrícula de 45 vehículos pintados en tonos dorados y plateados. Una granja de hormigas. Una intervención compuesta de grandes volúmenes con formas sinuosas, rayas rojas y azules. Pantallas metálicas lacadas en blanco. El resultado está libre de preocupaciones estéticas, formales y morales. Funciona. La crítica y los usuarios lo adoran. Ya lo dice Cortázar: lo serio y lo no serio son lo mismo.