El estudio madrileño integra un depósito de agua en un bosque protegido convirtiéndolo a su vez en un hábitat para aves locales y migratorias. La construcción se transforma así en un árbol más y la arquitectura en una prolongación del medio más que una intrusión en él.
La arquitectura viva de Temperaturas Extremas
Décadas antes de que se acuñara el concepto de sostenibilidad, el biomorfismo —es decir, el aprendizaje de los organismos naturales como modelo del diseño arquitectónico— ya era una vieja estrategia de legitimación de la arquitectura moderna. Premiado en la última Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, este proyecto de Temperaturas Extremas —estudio madrileño de Atxu Amann, Andrés Cánovas y Nicolás Maruri— se mueve en un estadio más complejo: el de la biomímesis, o sea, la aspiración a que el objeto construido se incorpore al entorno como un elemento natural adaptado a él.
El origen es un concurso convocado por el Servicio de Aguas de la ciudad de Luxemburgo para ubicar un depósito en un bosque del Quartier du Kiem. Se trata de un lugar exigente en la medida en que forma parte de la red Natura 2000, así que la decisión fue desdoblarlo en refugio para aves y fauna: un soporte para los nidos de especies locales y migratorias; “un árbol más del bosque”, como señalan los autores. El depósito se escinde en dos cilindros sometidos a sustracciones, giros y desplazamientos, una geometría en la que uno cree advertir guiños y ecos de un homenaje a Oiza y Torres Blancas.
Arquitectura y naturaleza en un depósito de agua
Uno de los volúmenes se reviste de hormigón prefabricado y texturado; en él se disponen nidos para golondrinas y, en la zona más alta, uno para halcones peregrinos. En el otro, se aísla la cuba de agua forrándola de corcho y, sobre esta piel, se cuelga una trama abierta de madera de alerce a modo de celosía, donde anidan murciélagos y pájaros estacionales.
Se prevé que esta estructura vaya cubriéndose de vegetación, como un jardín vertical que irá mimetizando la construcción en un acontecimiento más del paisaje, perfectamente integrado en su ecosistema. Lo mismo ocurre con la techumbre del volumen inferior, protegida por una piel metálica permeable a la luz y a la intemperie y dotada de una cubierta vegetal. En el exterior, también se ha previsto la recogida de las aguas pluviales.
Buena parte del trabajo de Temperaturas Extremas se consagra al análisis y la renovación de las tipologías y los modos de habitar la vivienda colectiva. En cierta manera, esa faceta investigadora se extiende aquí a la fauna y la flora, con la colaboración de un equipo de naturalistas y ornitólogos que han seleccionado cuidadosamente la orientación y el lugar de cada nido en función de las especies correspondientes.
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