Sunset Chapel de Bunker Arquitectura es una figura geométrica cuyas paredes de hormigón funcionan como una celosía vertical deconstruida. Pero más allá de los muros, y con la voluntad de convertir el proyecto en una mole irrompible y unitaria, este material se ha utilizado también en techos, suelos, escaleras e incluso para los mismos asientos.
Acapulco es una ciudad mexicana enclavada en la costa del Pacífico. Distribuida en un enorme anfiteatro natural, su vida se expande por las laderas de las montañas circundantes donde se sitúa una capilla concebida por BNKR Arquitectura. En el encargo que recibió el estudio se planteaban varios términos. Primero, sacar el mayor provecho de las vistas espectaculares sobre la bahía. También se requería que la cruz del altar se colocara de tal manera que el sol, al ponerse, estuviera justo detrás. Y por último, que en los alrededores se creara un pequeño cementerio.
Con estas referencias, el estudio se vio obligado en primer lugar a resolver la paradoja sobre el uso del templo: dar cabida a bodas y a la vez a sepelios con las criptas en sus inmediaciones. Dos rituales enfrentados en sus significados vitales que llevaron a los arquitectos a pensar en elementos aparentemente opuestos para la construcción. En este caso, el vidrio, empleado en las barandas y en la cruz, contrasta con el hormigón por la transparencia de uno frente a la solidez del otro, y por ser un cuerpo vulnerable frente a algo casi indestructible.
Respecto a su diseño, la capilla es una figura geométrica cuyas paredes de hormigón funcionan como una celosía vertical deconstruida. Pero más allá de los muros, y con la voluntad de convertir el proyecto en una mole irrompible y unitaria, este material se ha utilizado también en techos, suelos, escaleras e incluso para los mismos asientos.
Contemplado desde su entorno, el templo se impone como un edificio cortante levantado sobre una enorme piedra de granito y rodeado de una vegetación abundante. Dicha ubicación en altura fue una manera de sortear los enormes peñascos y los árboles que impedían disfrutar de las vistas. Una obra soberbia que en realidad parece una roca más en el paisaje, y a la que acudir para comulgar con la naturaleza en momentos de intimidad espiritual.