Desde 1904 brota agua carbonatada de un acuífero situado bajo el suelo de Vilajuïga, un pueblo en la hermosa comarca del Alto Ampurdán (Girona). A partir de entonces, esa riqueza ofrecida por la naturaleza ha sido el oculto eje desde el cual se han dispuesto las construcciones y los pozos hechos sobre ese terreno.
La búsqueda de la elementalidad y su respeto al protagonismo vital de ese acuífero marcan este proyecto, desarrollado por el estudio barcelonés Twobo en colaboración con el arquitecto Luis Twose. La creación de este complejo cultural parece una continuación de la sensibilidad arquitectónica de tiempos más antiguos, donde el entorno señalaba las directrices de la construcción urbana.
Al excavar alrededor de este pozo circular de seis metros de profundidad, quedó a la vista el corazón enterrado que constituía los cimientos de Aigües de Vilajuïga. Una vez desvelado el gran depósito, Twobo y Luis Twose comprendieron que era fundamental no alterar la cualidad atemporal que lo envolvía.
En su intervención, protagonizada por materiales como la piedra, el ladrillo y la madera, que generan un armónico enlace entre lo tradicional y lo contemporáneo, se diferencian claramente dos diferentes aproximaciones. Una para aquello que se encontraba soterrado y otra para lo que se había ido levantando encima.
“En la superficie preferimos no construir de más para preservar la atmósfera del lugar. Valorar lo que el tiempo había ido olvidando y que, quizás por eso, había permanecido: una antigua masía del año 1800, unas pequeñas cuadras, un edificio modernista… Limpiamos, ordenamos, descubrimos y nos enamoramos de cada detalle. Bajo tierra actuamos de forma distinta: quisimos acercarnos al agua, sentir la experiencia de penetrar en la profundidad del terreno, descender, descubrir el agua en su medio, hacer literalmente visible lo invisible”.
Mediante un recorrido descendente por Aigües de Vilajuïga, los visitantes se adentran en este espacio subterráneo. El camino se inicia en la luminosidad de la superficie y va culminando en la penumbra hasta el punto donde fluía el líquido elemento. «Excavamos alrededor del tanque hasta que pudimos ver el muro circular desde el exterior. A través de él, entramos al interior, desplazando el agua a una capa en lo alto y utilizando sus reflejos para llenar este nuevo espacio, como recuerdos que eran evocados a través de la luz que penetraba por las claraboyas sumergidas.»
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