Bien es sabido que no se le pueden poner puertas al campo. Sin embargo, sí que se le pueden poner al mar. Y si no, que se lo digan a Holanda, famosa por sus intervenciones y luchas contra la fuerza del océano en la costa. Se dice que una tercera parte del país vive tranquila por debajo del nivel del mar gracias a un efectivo sistema de diques. Pero no desde siempre: tras la gran inundación de 1953, Holanda organizó un plan de modernización de presas, diques y barreras de fuerza a la que se llamó Plan Delta. Un enorme proyecto con un plazo de ejecución de cincuenta años en el que se le declaraba abiertamente la guerra al mar.
A día de hoy, el muro como elemento de resistencia natural es reconocido dentro de la cultura y el imaginario de los Países Bajos. Ubicado en Waterloopbos, una reserva natural perteneciente a la localidad de Marknesse, se encuentra la obra que el ministerio de cultura holandés (Natuurmonumenten & Dutch Cultural Heritage Agency) encargara al estudio de arquitectura RAAAF (Rietveld-Architecture-Art-Affordances) junto al estudio de arquitectura Atelier de Lyon para homenajear dicha figura.
Quizá la determinación en la elección del estudio por parte del cliente se debiera a la exclusiva dedicación de RAAAF a trabajar en localizaciones y contextos específicos. En la descripción de su página web, y bajo la cita de Lebbeus Woods, reside el auténtico objetivo del grupo: “mostrar lo que sería el mundo si fuéramos libres de límites convencionales y lo que pasaría si viviéramos bajo otro conjunto de normas”. Para ellos cada proyecto es un manifiesto en sí. Por ello, no es de extrañar el tinte poético en el tributo al poder indestructible: el muro de hormigón denso, fuerte y eterno descansa roto en una naturaleza en calma.
Una vez más, el diseño, la arquitectura y la escultura se funden para edificar un elemento que lleva implícita una carga histórica. De un lugar es propio la comida, la gente, la arquitectura o el olor; pero también el pasado. El trascurso del tiempo, la suma de épocas, forma capas epidérmicas que, unas encima de otras, conforman una nueva definición histórica e identitaria. La Holanda de hoy, desde luego, no es la misma Holanda que la de hace sesenta y cinco años.