Roble, haya, fresno o nogal. Nunca han desaparecido de nuestras vidas. Su imagen, revelada en forma de vetas notables, sobresalientes, mates o brillantes, no engaña a ojos entendidos. Porque hay que decirlo, muchas de las maderas que nos rodean, si no la totalidad, son fingidas. Son fakes. Nuestros ojos las buscan, las necesitan para sentirnos en el hogar, nos transportan visualmente a un lugar cálido. Cualquier propietario de muebles de madera maciza podrá decir que el tacto, la temperatura y el color son el verdadero valor perdido en esta batalla de fakes.
La empresa QoWood nos recuerda que la madera puede trabajarse con honestidad, de manera transparente. Y esto en diseño es muy relevante. Lo vemos en objetos como la mesa Trébol que en su concepto mira hacia la naturaleza a la hora de dar forma a su trazo socialmente versátil. O en la mesa de centro Oruga que construye su discurso jugando con 16 posiciones diferentes para adaptarse a cada espacio y, de paso, hacer un guiño a esos mobiliarios de los 60 donde jugar a la combinatoria era parte de su funcionalidad. O también en el perchero Naked Rack, que recurre al salto de escala en una geometría, como dicen desde QoWood, casi animal.
Detrás de QoWood se encuentra su director, Juan Manuel Gómez, un arquitecto que sabe que cualquier material revela su naturaleza. Con sede en Madrid y oficinas en Francia, Canadá y Estados Unidos, en QoWood defienden las piezas numeradas y fabricadas a mano. Lo que desarrollan junto a nombres de referencia como Carlos Higinio, Pablo Beltrán o Pedro Feduchi.