Amelia Tavella

Nació en el Mediterráneo. Su feminidad abrazó el mar de Córcega. El sedimento, la suavidad de la arena y el maqui —arbusto típico de la isla— desencadenaron su arquitectura. Amelia Tavella se caracteriza por impregnar sus propuestas de esa delicadeza y sensualidad aprendidas de la madre naturaleza. Esta escultura se eleva sutil, como el matorral isleño, y fluye sinuosa en madera por la estancia. Como si de un extracto del paisaje se tratase, Amelia la concibe híbrida: mobiliario e instalación a la vez, entre el plano útil y el abstracto. Del mismo modo en que la arquitecta proyecta sus edificios, esta serpentina de roble es mezcla de funcionalidad y belleza. En cada manifestación arquitectónica o artística, su autora nos recuerda que toda creación lleva implícita una historia, un eco orgánico. El color, la textura e incluso la densidad del territorio también forman parte del ADN de este mueble. Tavella nos regala esa fusión de lo material con lo natural, uniendo la utilidad del banco corrido con el equilibrio escultural que surca el espacio.