La semicabeza durmiente de Mark Manders se apoya sobre su otra mitad en bruto. El artista juega con la gran escala y la descontextualización de lo cotidiano, pero, sobre todo, con la interacción entre lo racional y lo irracional. En este caso, ambas nociones están representadas de forma opuesta: el hemisferio artístico, definido y de expresión relajada, mientras que el científico está sin modelar. Dejar la escultura abierta y libre a la mente del espectador es lo que le confiere su mayor riqueza: esa fuerte contraposición entre lo terminado y lo amorfo. Manders permite que la esencia de su obra repose en la abstracción, dentro de la masa gris que ejerce de pilar del pensamiento.