Si le conferimos a la práctica arquitectónica el cometido de representación espacial, esta es y debe ser un símbolo consciente de algo no presente o no visible. Además de actuar como responsable del impacto ambiental asociado a su existencia y de atender a las necesidades de agentes humanos y no humanos. Todas y cada una de estas consideraciones son algo que el estudio de arquitectura noruego Snøhetta plasma en sus obras.
El compromiso medioambiental de Snøhetta
Influenciados por la tradición de la arquitectura de los países nórdicos— comprendida como la síntesis entre el diseño racional y la construcción autóctona inspirada en la naturaleza—, Snøhetta, el equipo liderado por Craig Dykers y Kjetil Trædal Thorsen, se caracteriza por mantener una postura crítica frente al mundo, más cerca de la dimensión puramente funcional y estética que impera en muchas de las creaciones contemporáneas.
En esta ocasión, el reto para Snøhetta fue idear un edificio de energía positiva, o edificio con huella negativa de carbono, en un entorno con condiciones climáticas adversas, como es Noruega. Entendiendo por energía positiva aquel dispositivo que produce durante toda su vida útil más energía de la que consume, proponiendo ir un paso más allá en la filosofía del autoconsumo y el ahorro. De este modo, la sede de oficinas Powerhouse Telemark—cuarto proyecto de la serie Powerhouse— tiene como objetivo reducir su gasto anual neto de energía en un 70% en comparación con oficinas similares de nueva construcción.
Powerhouse Telemark. Edificio con huella negativa de carbono
Localizado en la ciudad de Porsgrunn, a cuatro horas de Oslo, se erige como un símbolo innovador en el campo de la sostenibilidad ambiental. Formalmente se concibe como un gran captador solar, ya que todas sus superficies han sido cuidadosamente diseñadas, incluso orientadas, con tal fin. En este aspecto destaca la cubierta inclinada a 45º repleta de placas fotovoltaicas proyectada por Snøhetta, debido a esa búsqueda de la máxima superficie de recepción solar posible. Los cerramientos verticales son diferentes entre sí, atendiendo a su ubicación: las fachadas que miran hacia el sur son las más transparentes, mientras que la situada al noreste es de madera y la norte está construida con elementos reciclados de otros edificios demolidos de la zona.
Los materiales han sido atentamente seleccionados por Snøhetta. El hormigón, utilizado en la estructura y visible dentro del inmueble, emplea menos energía en su producción y genera menos dióxido de carbono que el hormigón clásico. Las perforaciones en las fachadas de madera permiten inundar el espacio de luz natural, minimizando el uso de iluminación artificial.
En cuanto al interior, se busca la mayor flexibilidad posible, a través de soluciones estandarizadas y áreas de trabajo conjunto. Así, los usuarios pueden configurar su lugar de trabajo según sus necesidades, otorgándoles versatilidad en un contexto laboral tan incierto como el actual.
Snøhetta ha sabido ir un paso más allá en la tradición arquitectónica de estilo nórdico. Esta propuesta de edificio con huella negativa de carbono no solo se vincula con el paisaje y la naturaleza, sino que es consciente de su impacto, minimizándolo con los recursos técnicos actuales, tratando de crear una atmósfera laboral flexible que posibilita a sus usuarios vivirlo más que ocuparlo.