Ubicada cerca del centro de la ciudad de Fátima, pero ya integrada en un entorno de carácter fundamentalmente rural, el proyecto de esta vivienda unifamiliar surge como una intervención que tiene en su origen el respeto por el paisaje natural circundante, así como por las características del terreno en el que se asienta, buscando al mismo tiempo poner en valor los materiales locales.
Los propietarios son una pareja joven con dos hijos. Como uno de los miembros de la pareja es arquitecto de formación, desde el inicio estuvo involucrado en el desarrollo del proyecto junto con el equipo de diseño, aportando como inspiración y referencia la Casa Lemke de Ludwig Mies van der Rohe. El proyecto buscó responder a las premisas establecidas por los propietarios y a los objetivos relacionados con la experiencia cotidiana deseada para la vivienda, con énfasis en la valorización de la luz natural, la idea de continuidad entre los espacios interiores y exteriores —preservando su privacidad—, la flexibilidad espacial y la primacía del uso de materiales naturales y locales

En cuanto al concepto de flexibilidad espacial, se pretendía que los dormitorios infantiles funcionaran como espacios versátiles, permitiendo su uso tanto como refugio durante el descanso o las horas de estudio —actuando como espacios más cerrados— como también abiertos e integrados con las zonas sociales de la casa durante el día y en los momentos de juego. Esta idea de versatilidad se materializa a través de grandes paneles correderos, que permiten abrir estas habitaciones casi en toda la longitud de una de sus paredes, absorbiendo el espacio del pasillo —que, a su vez, se relaciona de manera franca y directa con el jardín gracias a un gran ventanal.
En cuanto a la materialidad, el rasgo más diferenciador del proyecto está relacionado con el hecho, cada vez menos común, de haber tenido la oportunidad de utilizar materiales y técnicas constructivas artesanales y locales, en contraste con el panorama actual de escasez creciente de mano de obra especializada y el consecuente uso generalizado de materiales industrializados y completamente estandarizados. El uso de ladrillo macizo artesanal que recubre las fachadas es el mejor ejemplo de ello: su fabricante, ya de avanzada edad, cesó la producción tras suministrar el material necesario para esta casa, que se encontraba en sus fases finales con dificultad. Esto llevó al propietario y a uno de sus hijos a participar activamente en el proceso de producción, logrando con su ayuda alcanzar la cantidad necesaria para completar la obra. Solo así fue posible obtener el resultado deseado en la composición y textura de las fachadas, donde cada ladrillo es una pieza única, con dimensiones, texturas y colores particulares.

A través de una mirada más atenta, es posible descubrir un objeto de diseño integrado en la fachada orientada al este, incorporado directamente en el revestimiento de ladrillo. Se trata del “Bee Brick”, diseñado como refugio de anidación para abejas solitarias, producido mediante la incorporación de materiales reciclados.
Aunque el ladrillo artesanal es el material más destacado, esta idea de proximidad a los materiales y técnicas locales se extendió a la mayor parte del proyecto. Los muros de piedra colocada a mano que delimitan el terreno se construyeron con piedra reutilizada de muros centenarios en ruinas de los alrededores. Durante la obra, el propietario supo que estos muros iban a ser demolidos y, junto con los artesanos, acudieron al lugar para seleccionar y transportar la piedra necesaria para levantar los nuevos muros de la casa. Los marcos de las ventanas y los techos exteriores de madera natural también fueron realizados por artesanos locales, y la cantería empleada en la obra es de origen local, procedente de las canteras de Fátima. Las diferentes texturas de estos materiales, aplicados con técnicas artesanales, confieren a la obra un carácter táctil.


La casa se compone esencialmente de un volumen simple en forma de “L”, del cual se sustraen los vacíos correspondientes a los espacios exteriores cubiertos, ubicándose en el terreno de modo que se garantice una integración armoniosa con el arbolado existente —compuesto por encinas, olivos y pinos—, proporcionando un equilibrio entre confort, privacidad y respeto por el entorno. Este volumen se asienta sobre una plataforma plana, en la cota más alta del terreno y próxima a la vía de acceso público, al este, lo que asegura una mayor privacidad en el recorrido de aproximación a la entrada principal. Su fachada principal refleja esta idea de mayor cerramiento, con aberturas más pequeñas, en contraste con las fachadas orientadas al oeste, que se abren generosamente al jardín mediante grandes ventanales, generando una continuidad entre los espacios interiores y exteriores, y permitiendo que la luz natural se difunda de manera controlada, creando un ambiente luminoso y acogedor.

En cuanto a la distribución interior de la casa, el programa se desarrolla esencialmente en dos alas distintas, separadas por el atrio de entrada: la primera corresponde a los espacios comunes y sociales de la vivienda, como el salón, el comedor y la cocina en espacio abierto, la lavandería, el despacho y también las zonas exteriores cubiertas; mientras que la otra ala alberga los espacios privados, como los dormitorios y los baños. Existe también un área en el sótano, con acceso desde el exterior, destinada a almacenamiento y espacios técnico
- Estudio
- João Pedro Pedrosa - Arquitectos