«La arquitectura es un soporte para la vida, una estructura que la enmarca, la hace posible y deseable.» Esta frase de Manuel Aires Mateus resume bien lo que es Casa No Tempo. Situada en Montemor-o-Novo, en el corazón del Alentejo portugués, esta renovación para Silent Living es algo más que una casa. Es un legado de memoria, una declaración sobre la permanencia en un mundo que va demasiado rápido.
El arte de la permanencia
El proyecto conecta el pasado familiar con un futuro atemporal, liberando la tierra sin borrar su historia. Cada decisión arquitectónica responde a una voluntad clara: preservar lo esencial y descartar lo accesorio.
La calma de este lugar tiene algo magnético. Durante mucho tiempo, este espacio ejerció una atracción difícil de explicar, una invitación a comprender qué hace que ciertos lugares resuenen con tanta intensidad. Aquí la arquitectura se retira para dejar que la naturaleza tome el protagonismo, creando un escenario donde el silencio es el verdadero habitante.
Este proyecto visual nace para documentar esa atmósfera específica, centrándose no en el edificio como objeto, sino en el acto de habitarlo. La intención era capturar cómo respira un espacio, cómo protege, cómo se relaciona con quien lo atraviesa.
Una atmósfera sensorial
La casa funciona como un refugio radical donde lo táctil prevalece sobre lo visual. Aires Mateus limpia el espacio de lo superfluo para potenciar lo esencial, revelando la honestidad de los materiales y la generosidad de las proporciones.
Lo que define la experiencia al recorrer sus estancias es la complejidad sensorial de sus materiales: la temperatura de la arcilla radiante bajo los pies, que conecta directamente con la tierra; la acústica de los techos altos, que amplifica el silencio del campo y le otorga una textura casi física; la protección de los gruesos muros blancos frente al paisaje inmenso del Alentejo.
No miramos la arquitectura, sentimos cómo es estar en ella. El vacío aquí no es ausencia, sino un contenedor luminoso diseñado para ser llenado por la vida. Cada estancia respira con amplitud, permitiendo que la luz natural modele el espacio a lo largo del día, transformando la experiencia del habitar en algo constantemente cambiante.
La escala humana
Para revelar la dimensión real del proyecto, la bailarina Elena Castellanos actúa como instrumento de medición. Su presencia huye de la performance, el cuerpo humano aquí es una herramienta para entender el espacio, para hacerlo tangible.
A través del movimiento investigamos los vacíos y las transiciones diseñadas por el arquitecto. Cada gesto revela una cualidad oculta del espacio: la altura de un techo, la profundidad de un umbral, la relación entre dos estancias conectadas por la luz.
Se establece un diálogo silencioso entre la arquitectura y el habitante, revelando la tensión entre la piedra que permanece y la vida que transita por ella. Es en ese cruce donde se manifiesta la verdadera escala de Casa No Tempo: una estructura monumental que se vuelve íntima al ser habitada.
La belleza de lo intangible
Este ensayo visual es, al final, un estudio sobre la belleza de lo intangible. Una invitación a detener la mirada y comprender lo que yace bajo lo visible: la memoria que guarda un lugar, la sensación de protección que ofrece un muro, la manera en que un espacio puede modificar nuestro estado de ánimo.
Bajo la dirección de Derek Pedrós y la visión de Silent Living, esta pieza busca trascender el documento para convertirse en experiencia. Una exploración sobre cómo el entorno construido no solo nos rodea, sino que nos define, condiciona nuestra manera de movernos, de pensar, de estar.
FICHA TÉCNICA
Dirección e Imagen: Derek Pedrós
Arquitectura: Manuel Aires Mateus
Proyecto Comisionado por: Silent Living
Movimiento: Elena Castellanos
Ubicación: Alentejo, Portugal
- Estudio
- Derek Pedrós
