Los arquitectos se esfuerzan en contener el espacio. Petra Blaisse define sus límites sin subrayarlos. Sus herramientas son sutiles y sugerentes: veladuras, telones, tapices… ROOM Diseño ha hablado con la fundadora de Inside Outside sobre arquitectura, dimensiones interiores y el peso del aire en el que nos movemos.
Petra Blaisse tiene una voz dulce y un discurso tan apasionado como humilde, del que brota insistentemente su curiosidad por aprender y comprender la naturaleza de las cosas. Tras una formación en bellas artes, supo relativamente pronto que su futuro iba mucho más allá de ser artista. Sin embargo, su trayectoria profesional siempre ha discurrido entrelazándose con casi todas las disciplinas artísticas, desde el teatro a la instalación, comenzando con su primer trabajo a finales de los años setenta: asistente del comisario del Stedelijk Museum en Ámsterdam. Allí aprendió a crear atmósferas para exposiciones sobre artes decorativas. Ideó recintos y puestas en escena trabajando con la luz, el color y los materiales; y empleó por primera vez uno que la acompaña desde entonces, y por el que atesora fama internacional. El textil. Hoy lidera una de las oficinas punteras en diseño de interiores y paisajismo. Desde sus preciosistas colecciones de papel pintado hasta las colosales alfombras de la Biblioteca de Seattle, insufla poesía a la vida diaria a través de tejidos de alta precisión tecnológica.
ROOM Diseño.- ¿Cuándo empezó tu acercamiento al mundo de la arquitectura?
Petra Blaisse.- Como comisaria siempre he estado en contacto con multitud de creadores y arquitectos, y fue en este marco donde, a principios de los ochenta, conocí a Rem Koolhaas. Me propuso colaborar en la definición de los interiores del Ayuntamiento de La Haya, y a partir de ese momento he trabajado con arquitectos en muchos proyectos de interiorismo, mobiliario y paisajismo.
R.D.- ¿Y cómo se produce un abanico tan amplio de proyectos?
Petra Blaisse.- Cada encargo es siempre único. Esto supone un desafío constante, en el que es necesario rodearse del equipo preciso que permita comprender su contexto. Es un trabajo como de antropólogos: investigar el clima, la historia, la cultura local o la política. En mi equipo hay arquitectos, paisajistas, diseñadores… Y como el diseño no es más que una serie de decisiones, para tomar las adecuadas es importante colaborar con los profesionales que sepan poner en el centro de su discurso a la gente y su vida cotidiana.
Detrás de las cortinas
El fotógrafo Philippe Halsman inmortalizó en los años cuarenta a Salvador Dalí en un estado de ingravidez, con sillas, gatos, lienzos y chorros de agua flotando en el aire. Petra Blaisse puede concebir universos similares, en las que los paramentos se contonean, los límites se difuminan y la luz fluye como el agua en el relato de García Márquez. Es signo de una intuición muy aguda convertir en algo capital el diseño de cortinas, un asunto considerado por muchos como accesorio.
R.D.- ¿El objetivo último de tus diseños es la ligereza?
Petra Blaisse.- Para empezar, es un concepto que depende de la escala. No diríamos que un mantel de cuero es ligero, pero un cuadrado del mismo material de 100 m2 sí que lo es. Además, depende también del proyecto. En la vivienda de Burdeos era importante lo liviano, por contraste con una construcción suspendida tan pesada. Así, el suave tejido solo requiere de la más mínima brisa para moverse, ni siquiera necesita de la arquitectura. Es lo que yo llamo la “emancipación de la cortina”, que cobra vida propia. Pero cada lugar requiere un peso y una gravedad diferente. En el Nederlands Dans Theater de la Haya, pegamos círculos de pan de oro sobre un terciopelo oscuro. Probamos diferentes geometrías, y estos redondeles permitían un movimiento más fluido del telón. Hay una profunda investigación detrás de estas decisiones, aunque puedan parecer que están ahí tan solo para aportar una nota de humor.
R.D.- ¿Se puede decir que estáis reinventando la artesanía textil desde tu estudio?
Petra Blaisse.- De alguna forma, en muchas situaciones nos vemos obligados a ello. Los requerimientos son a veces contradictorios y afrontamos cada encargo como quien intenta resolver un puzle. En el Rothschild Bank de Londres, debíamos hacer una cortina acústica que absorbiese y difractase el sonido, que fuese transparente y a la vez aportase privacidad. Tuvimos que desarrollar una solución nueva con rectángulos de cuero artificial metalizado aplicados a una gasa. O en el Stedelijk Museum, donde realizamos un tapiz de la mano de una empresa que manufactura moquetas para aviones. Conseguimos encontrar con ellos nuevas maneras de tejer. En ese tapiz superpusimos a las texturas vegetales varios dibujos: la sección del edificio, planos originales, bocetos a mano y fachadas dibujadas en CAD, sirviéndonos de distintas técnicas de urdido.
R.D.- Esa precisamente es una de tus escasas creaciones que está fijada a un muro.
Petra Blaisse.- Sí, y esto es muy difícil para mí, que siempre intento negar las paredes o la presencia de una frontera clara. En el Museo Mercedes Benz de Stuttgart, construimos también un muro fijo en colaboración con una empresa de cepillos industriales. Se trataba de un muro que tenía que dispersar el sonido y aportar una textura seductora al restaurante. Las largas fibras doradas del cepillo revisten una pared que vibra con el movimiento del aire.
Alrededor del arte
Sus intervenciones, aun planteadas desde la funcionalidad más estricta, estimulan nuestros sentidos y nos sumergen en un mundo plagado de referentes plásticos: pintura, escultura, videoinstalación. No es extraño que los territorios explorados por Petra Blaisse lleguen a traspasar estas fronteras, convirtiéndose en verdaderos artefactos artísticos.
R.D.- Viéndolos se podría decir que algunos de tus proyectos son acciones cercanas al arte.
Petra Blaisse.- Depende del encargo. En la Casa da Musica de Oporto o en el Museo Chazen en Wisconsin, realizamos cortinas que recogen ideas latentes en los edificios y las intentamos llevar más allá. Como yo no me siento cómoda con demasiada libertad, busco restricciones que modelen mis ideas. En Wisconsin, utilizamos una gráfica presente en el edificio, como matemática o cristalográfica, para exagerarla y reproducirla en un textil de fuerte personalidad. Al replegarlo cuando no es necesario, se enrosca alrededor de unas luces suspendidas, creando una lámpara dotada de cierto misterio.
R.D.- Pero incluso habéis realizado intervenciones artísticas temporales, como los espejos en el suelo de la Sonneveld House o la exposición de la Casa Encendida en Madrid.
Petra Blaisse.- Sí, por ejemplo para la Villa Manin, elaboramos unos pabellones personales que llamamos Rifletutti: unos parasoles reflectantes que invitaban a los visitantes a experimentar los jardines multiplicando puntos de vista. En 2012 diseñamos la intervención en el pabellón holandés de la Bienal de Venecia. Una instalación que reflexionaba sobre la reutilización de edificios de manera económica, creativa y razonable. Era un análisis de las herramientas posibles tras la escandalosa histeria constructiva que vivieron países como Holanda o España. Se trataba de una propuesta que invitaba a experimentar el discurrir del día con un único objeto, suave y elegante: una cortina motorizada que se desplazaba para generar doce configuraciones diferentes.
Ahí afuera
Tanto en el interior como en el exterior, sus trabajos entroncan con el mejor diseño holandés: claro, fresco, colorido, franco y dotado de humor. Lejos de tratamientos tradicionalistas, los paisajes de Inside Outside se distinguen por su potente impronta visual y un tratamiento racional, casi calvinista, de los recursos. Son parques que apenas requieren mantenimiento, y sitúan al usuario y su vida en el punto de mira.
R.D.- ¿Abordáis de manera diferente el diseño de jardines?
Petra Blaisse.- En realidad, el enfoque es similar. Por ejemplo, en los proyectos que desarrollamos con OMA en climas extremos, como en Libia o en Doha. Lo primero es formarse, entender los vientos, el soleamiento, las especies endémicas…
R.D.- Y aplicar todo ese conocimiento al concepto adecuado, ¿no?
Petra Blaisse.- Exactamente. Así fue en los jardines de la Bolsa de Shenzhen. Queríamos que la cultura china se relacionase con la europea, y para ello utilizamos un diseño floral que encontramos en unas antiguas telas holandesas usadas para tapicería. Curiosamente, dicho diseño se parece a las siluetas recortadas en papel, un arte popular chino desde hace miles de años. Las siete mil personas que trabajan en el edificio ven desde sus ventanas los trazos de este exuberante jardín, que se extiende hacia el interior de las oficinas, desdibujando los límites entre dentro y fuera.
Italo Calvino agrupó en su última obra, Seis propuestas para el próximo milenio, las características que la literatura del siglo XXI debería tener. Las obras de Inside Outside son merecedoras de todas ellas. La levedad, la exactitud y la visibilidad por razones evidentes. La rapidez, por lo inmediato para la comprensión de sus propuestas, y la multiplicidad, por todos los mundos que parecen estar contenidos en cada intervención. Calvino murió antes de poder explicar la última: la consistencia. Quizás reflexionaba acerca de la solidez del pensamiento que estructura las ideas detrás de cada leve trazo, por insignificante que parezca. Como el vaporoso baile de un visillo.