En 2009, la ciudad de Chicago celebra el centenario de la publicación de aquel plan con distintos actos, entre los cuales destacan la colocación de dos pabellones temporales en el céntrico Millenium Park. Ambos edificios fueron encargados a Zaha Hadid Architects y UNStudio, que plasman dos lecturas distintas de la obra de Burnham y de Chicago.
El centro de muchas ciudades europeas es fruto de la falta de previsión urbanística que caracterizó su crecimiento a lo largo de siglos. Los suburbios y zonas periféricas se iban agregando en círculos concéntricos a un centro cada vez más agobiante. Así, por ejemplo, se desarrolló París, hasta que Haussmmann decidió racionalizar su estructura a mediados del s. XIX y dibujar grandes avenidas que atravesaban y despejaban los barrios más populosos. En puntos estratégicos de cada arteria se encontraban plazas y edificios públicos emblemáticos. Eran épocas de un nuevo clasicismo, en este caso, para engrandecer la figura del emperador Napoleón III.
Es curioso que aquel plan urbanístico que derribó el 60% de la ciudad parisina fuera el modelo seguido por el primer urbanista estadounidense: Daniel Burnham. Este neoyorquino era un arquitecto visionario, coautor del primer rascacielos y que, paradójicamente, quedó fascinado por el neoclasicismo parisiense. Las construcciones públicas monumentales y las amplias avenidas marcarían su obra, el Plan Burnham, que finalizó en 1909. Con él se gestó el crecimiento racional de Chicago que serviría de referente para otras urbes como San Francisco o Manila.
En 2009, la ciudad de Chicago celebra el centenario de la publicación de aquel plan con distintos actos, entre los cuales destacan la colocación de dos pabellones temporales en el céntrico Millenium Park. Ambos edificios fueron encargados a Zaha Hadid Architects y UNStudio, que plasman dos lecturas distintas de la obra de Burnham y de Chicago.
La propuesta de UNStudio es una instalación estética y lúdica. Una manera de atraer la atención sobre la creación de la ciudad para mirarla con ojos nuevos. Primero, porque la estructura conforma dos planos horizontales que delimitan un marco frente a la línea vertical de rascacielos. Y segundo, porque las formas sinuosas del interior abren huecos para facilitar otra contemplación de los edificios. El pabellón se comporta, por tanto, como un catalizador donde el visitante redescubre su entorno. Además, su iluminación establece una relación interactiva ya que, de noche, va cambiando su color en función del número de visitantes.
A pocos metros, el estudio de Zaha Hadid ha montado otro espacio: un manifiesto orgánico que quiere unir el pasado con el futuro. Para conseguirlo, Hadid ha recurrido a una diagonal con la que dar forma a esta construcción efímera dedicada a albergar la proyección de un documental divulgativo de la obra de Burnham. No hay que olvidar que en las nuevas urbes, la diagonal permite abrir vías en la cuadrícula de manzanas, y en este sentido, el pabellón se comporta como una continuación imaginaria de aquella línea. El juego de luces y sombras de los rascacielos cercanos se cuelan por las aperturas abiertas en el techo y a los lados. Este trabajo de Hadid es un homenaje vivo y dinámico a un plan que marcó para siempre la cara de las grandes ciudades norteamericanas.