No pocas ciudades intentan posicionarse como destino cultural, una vez exprimidos y agotados sus recursos turísticos, industriales o naturales. Málaga es un reciente ejemplo de éxito. Nathalie Vioz, directora de la Fundación Martell en Cognac, está decidida a poner el municipio francés en una posición destacada dentro del mapa cultural europeo. La empresa productora del coñac Martell ha dejado en sus manos la futura fundación, en proceso de rehabilitación.
Para lanzar inmediatamente este nuevo proyecto, que se define como curioso, abierto y transversal, Vioz invitó al estudio de arquitectura de José Selgas y Lucía Cano (SelgasCano) a ocupar por completo el lienzo en blanco que es el patio trasero. El estudio de arquitectura madrileño decidió disponer de 31 tiras de poliéster armado con fibra de vidrio, cuya textura recuerda al papel de arroz japonés. Sus elegantes ondas crean una estructura con una delicada belleza low-cost. Llevando al paroxismo su ligereza constructiva, no emplean ni un solo tornillo para fijarla al suelo. Unos grandes cojines amarillos rellenos de agua hacen de mobiliario y de cimentación temporal y reversible, ya que el conjunto se desmontará cuando se inaugure la primera fase del edificio.
Como en un canon barroco, las herramientas de creación son repetición y desfase, y con ellas el tándem de arquitectos ha sabido desarrollar un bosque en el que perderse, reunirse y acudir a los eventos y workshops. Y es que en el centro de los proyectos de SelgasCano siempre está la interacción entre el usuario y la obra, proponiendo nuevos escenarios habitables sin manual de instrucciones. Algo que los visitantes han comprendido, apropiándose del espacio a su antojo. Los autores lo tiene claro: “¿Que para qué sirve? ¡Para dar placer, para hacernos cosquillas en la retina!”. Y con ello, hacernos sentir que ya vivimos en un futuro flexible, estimulante y creativo. |