Los objetos-esculturas de este diseñador francés tienen como aliados la fluidez y la curva. Formas y texturas que nacen de la observación de la naturaleza y que evocan sus efectos y fenómenos. Un discurso casi intuitivo que se ha convertido en la atracción de las ferias internacionales más importantes.
Al acercarnos a la biografía de Noé Duchaufour-Lawrance nos encontramos con un perfil modélico: joven exitoso desde hace una década, respetado por sus colegas de profesión y mimado por la prensa francesa. Pero, ¿qué tiene que no tengan otros? Tal vez el destino se lo haya puesto fácil, pero también es cierto que se ha ganado su lugar perseverando en un lenguaje que exprime las relaciones del cuerpo humano con la naturaleza a través de objetos orgánicos y sensuales. Su mezcla de volúmenes resultará excesiva a ojos de un buen minimalista, pero algunas de sus creaciones lo han confirmado como uno de los diseñadores galos más talentosos y arriesgados de su generación.
En este sentido, podría decirse que se mueve, curiosamente, entre las exuberancias barrocas de Philippe Starck y el silencio elocuente de los hermanos Bouroullec. Las suyas son propuestas que nacen de su admiración por el diseño escandinavo y que ponen en perspectiva la idea de una naturaleza cercana, cálida y sensible. La naturaleza como fenómeno factible de recrearse, de imitarse, de poseerse. La transcripción de ese paisaje natural en nuestro entorno se manifiesta, por ejemplo, en el sofá Borghese, con su simpática fronda de metal inspirada en los pinos de Villa Borghese (La Chance), aunque también lo vemos en el icónico Manta Desk: una elegante estructura de líneas curvas entrelazadas que aluden a las células fundamentales del universo. “No puedo negar la influencia de lo que ocurre en la ciudad, lo que me pasa al ir a un museo o al mirar una fotografía, pero cuando observo un trabajo de Anish Kapoor sé que su gran inteligencia es saber traducir en imágenes potentes la emoción de la naturaleza. Mi mirada quiere ser similar”, reconoce para ROOM.
Tan cerca de la escultura
Noé Duchafour-Lawrance nació en 1974 en Bretaña y se formó en un ambiente que estimuló su sensibilidad creativa: padre lingüista y escultor, madre profesora de artes plásticas, y un paisaje que impregnó su imaginario de dunas, vientos y marejadas que transformaría años después en objetos. Algo que podemos encontrar en las sugerentes piezas de Naturoscopie: ramificaciones arbóreas en escritorios y lámparas, que evocan el reflejo de la luz o el cielo que cambia.
Formado primero como escultor y graduado en la prestigiosa Ecóle Nationale Supérieure des Arts Décoratifs, sus intereses estéticos se hicieron reales cuando a los 26 años -en 2002- tuvo la oportunidad de ser el director creativo del restaurante Sketch en el Soho de Londres: un proyecto audaz y futurista que llamó la atención de todo el mundo. Al año siguiente abrió su propio estudio y a partir de ese momento, los grandes editores comenzaron a confiar en esa estética que gira una y otra vez en torno al vínculo emocional entre la naturaleza y lo urbano. En este sentido, cuentan con su complicidad firmas como Cinna, Baccarat, Ligne Rose, Ceccotti Collezioni o Bernhardt Desing, el editor que lo introdujo en el mercado americano con la reconocida silla Corvo, uno de sus mejores trabajos en madera.
También grandes marcas internacionales han apelado a su “estilo vegetal” para renovar su imagen. Por ejemplo, para Air France (en asociación con Brandimage) creó la nueva identidad visual y arquitectónica de las salas VIP en su Business Class. Y para Paco Rabanne, Yves Saint Laurent Beauté o Carolina Herrera, ha ideado los envases de sus perfumes. Los galardones han ido confirmando con los años la solidez de este disciplinado juego de formas hedonistas. Por citar algunos, en 2007 Duchaufour fue elegido diseñador del año en Maison & Objet. Dos años más tarde recibía los premios Elle Decor y Wallpaper por la cama Buonanotte Valentina (Cecotti Collezioni). Y en 2010 recibió el Gold Award Neocon por la silla Corvo, que volvería a ser premiada en el Red Dot Design en su edición de 2011.
El tiempo como conocimiento
Al otro lado del teléfono nuestro amigo Noé se muestra afable, cercano, alejado de divismos. Confiesa que lo que más le gusta de su oficio es el tiempo de desarrollo de una idea, las dos horas que se toma temprano cada mañana para dibujar, para tentar a la inspiración, venga o no a desayunar a su mesa. Aunque también le entusiasma el desafío del ordenador, el camino desde el trazo a mano al 3D, la línea silenciosa y pausada para llegar a los detalles, al prototipo y sus ajustes. “El tiempo del proceso es una incógnita, pero es uno de los momentos más fascinantes, aunque vivo ansioso por ver el final: siempre hay sorpresas, cosas que no esperabas ya sean malentendidos o, por el contrario, detalles maravillosos que mejoran el resultado”.
En esta misma línea, para Duchaufour-Lawrance un buen proyecto es un buen equipo, un buen cliente y un buen presupuesto, pero sobre todo es un buen diálogo con los artesanos, la visita a las fábricas o el olor a la madera en las carpinterías… Esa vinculación con el lado humano de la profesión. “Me gusta tomarme mi tiempo, conectar con la gente. La manera en que se trabaja es importante. Durante mi colaboración con Cecotti traté de que todos los que formaban parte de la compañía tocaran los muebles, tuvieran una relación con los objetos y expresaran lo que sentían”.
Madera-mármol-epoxiglás
Aunque se siente unido afectivamente a la madera y sus posibilidades, Duchaufour-Lawrance no ignora nuevos materiales con los que, eso sí, no establece un trato de dependencia. “No voy corriendo detrás de las nuevas tecnologías y los nuevos productos, solo de aquellos que me sirven para lo que tengo entre manos. Además, trato de no enmascarar sus cualidades. Lo industrial también tiene su atractivo”. Esta actitud se evidencia en propuestas meticulosamente artesanales donde combina y explora el uso de recursos naturales como la madera, el mármol o el corcho, junto a la fibra de carbono, el acero inoxidable, el epoxiglás o el corian. “Mi objetivo no es decir sí a la sostenibilidad a toda costa. Si uso resina para hacer mesas, es porque es lo más adecuado para ese proyecto. Algo es sostenible en la medida en que es duradero”.
Súper-Noé no quiere ser una marca sino una identidad, y en nuestra conversación lo subraya especialmente. Su visión es la de un hacedor, la de un contador de relatos con una escritura ligada a la emoción. “Pase lo que pase en el mundo, necesitamos poesía. Necesitamos sentimientos, objetos y espacios que conecten y nos conecten”. En ese camino ha aprendido a estar al servicio de los intereses y condicionantes del cliente, pero también a ser libre con lo que nace de sus ideas. “No tengo certezas, tengo muchas dudas. Constantemente me pregunto: ¿soy bueno?, ¿lo que hago es bueno?, ¿hago exactamente lo que quiero hacer? Pero al mismo tiempo estoy seguro de adónde quiero ir. Mi preocupación hoy es pensar muy bien qué hacer, qué producir, cuál es la legitimidad del proyecto y cómo lo puedo compartir con los demás”.
Se percibe en las palabras de este francés una ambición de “buen rollo”, una búsqueda de armonía ligada a lo que tiene razón de ser y estar ahí, sea bello o funcional. Una mirada personal que añade un plus de escultura a los sencillos paradigmas del diseño nórdico, y cuyo resultado es un gesto emocional. Un sincero gesto Duchaufour-Lawrance.
Visita la web de Noé Duchaufour-Lawrance