Con planteamientos muy escénicos, las intervenciones de la artista londinense Nicola Yeoman son concebidas como pequeños teatros efímeros donde dominan los juegos de perspectiva, la ambientación y la luz. Son la representación iconográfica de la intimidad de una artista que se mueve entre la instalación, la escultura y el land art.
Nicola Yeoman (1976, North Yorkshire, Inglaterra) tiene una premisa muy clara: el decorado y el arte van de la mano. Hablamos de una mujer cuya formación como diseñadora escenográfica condiciona sus propuestas artísticas; de la misma forma que lo hacen sus campañas editoriales para publicaciones como The New York Times, GQ Style y Vogue o para firmas como Louis Vuitton, Hermès, H&M o Alexander McQueen. Sin olvidar las colaboraciones con destacados fotógrafos como Sam Taylor Wood o Mario Testino, entre otros. Todos estos elementos provocan una impronta que termina otorgando a sus piezas una peculiaridad única: instalaciones temporales que parten de una laboriosa búsqueda de localizaciones y de una no menos ardua ejecución física de las mismas. Algo que realiza sin más ayuda que las manos y mucha paciencia.
Contra lo que se pueda pensar, Yeoman no se considera artista, o al menos no se siente reconocida en la totalidad del término. De hecho, no posee un aprendizaje académico en este ámbito. Su formación es poco convencional. No estudió arte. Como ella misma nos cuenta, los ámbitos de su creatividad son muy intuitivos. “Todo se ha desarrollado de modo muy orgánico para mí. Nunca pensé en ser artista. Y todavía hoy no estoy segura de si me siento cómoda con esa palabra. En realidad, simplemente hago lo que hago”.
Catarsis y luz escenográfica
Sobre la importancia de los lugares elegidos, preguntamos a Yeoman qué peculiaridad deben tener para ser seleccionados por ella. Desde su estudio londinense nos comenta que han de acentuar la atmósfera, la emoción y el sentimiento de su obra. “A menudo trabajo al aire libre en montes, bosques o edificios abandonados y derruidos. Me gusta usar sitios que tienen historia, que exhiben su nostalgia o que están cubiertos de polvo”. Esos ambientes elegidos son el mejor abrigo y el contexto más adecuado para la potenciación emocional de sus acciones.
En este sentido, es muy reveladora la relación tan estrecha entre sus creaciones y su pasado. Nicola se crio en una granja. En su familia todos eran agricultores y siempre tuvo la suerte de disponer de muchos rincones para jugar. “Podía construir madrigueras en el bosque o cobertizos utilizando todo lo que me rodeaba. Casi me atrevo a decir que he crecido como un pequeña urraca, recogiendo objetos de la basura con los que hacer cosas y divertirme”.
Viendo algunas de sus esculturas, resulta evidente cómo estas hunden sus raíces en su niñez y dejan claro que la granja familiar ha sido su mayor inspiración. “Me gustan los lugares solitarios que albergan una historia o un relato que se ha dejado pudrir: establos y edificios en ruinas, viejas máquinas, instrumentos deteriorados o la propia naturaleza con su brutalidad, su belleza y probablemente su aislamiento. Me gusta la decadencia”. Una herencia rural, ruda y casi salvaje a la que ella ha sabido darle un toque más urbano y global en una mezcla sugerente de elementos.
Con estas referencias, entendemos que recurra a materiales de desecho, inservibles, que toman un nuevo significado e incluso una nueva vida. Maderas, gasas, sillas viejas, moldes de papel, sombreros o camisas usadas son algunos de esos objetos. A todo ello se suma la luz, un elemento fundamental que, junto con distintas situaciones ambientales o climatológicas, como la niebla, han brindado a algunas de sus obras un halo decisivo.
Del trampantojo al land art
Algunas de las propuestas de Yeoman juegan muy especialmente con el punto de vista, las líneas de fuga y unas perspectivas cuyo objetivo es crear ilusiones visuales para entenderlas. Son como trampantojos tridimensionales que requieren de una determinada ubicación por parte del espectador para componer o deformar el sentido de muchas de las piezas. Algo que podemos ver claramente en su serie tipográfica Alphabetical, realizada en colaboración con Dan Tobin Smith. En estas imágenes, una posición distinta conlleva una lectura errónea o, al menos, diferente. Valga como ejemplo D, donde un conjunto de viejas sillas amontonadas dan forma a la letra y cuya lectura depende de la posición apropiada. Lo mismo ocurre con la letra X y esa forma violenta con la que se astilló el suelo de madera.
Repasando la trayectoria creativa de Yeoman, nos vienen a la cabeza autores como Andy Goldsworthy, que mediante materiales encontrados interviene espacios naturales con unas premisas diferenciadas a las de Nicola, pero con unas claras coincidencias estilísticas. De hecho, Yeoman suele ser vinculada con el ámbito del land art, aunque ella no busca los planteamientos críticos de Goldsworthy. Lo suyo está más cerca de la experimentación formal y la búsqueda.
Otro autor de referencia para Nicola es Thomas Jackson quien da a sus creaciones un carácter abiertamente efímero. Aunque como la propia Nicola ha reconocido en más de una ocasión, es la instalación 20:50 de Richard Wilson, que vio con tan solo 14 años, la que más le ha impresionado en su proceso de construcción artística: una inmensa piscina de aceite en la galería Saatchi de Londres.
Fotografía versus fugacidad
De todos estos nombres, Nicola ha aprendido la idea del arte como elemento no permanente. Lo que ocurre con Chiharu Shiota, Monika Grzymala o Arne Quinze, nombres que han hecho de lo efímero un modus operandi. Sin embargo, en su caso, el soporte fotográfico queda convertido en el último escalón de su proceso creativo. Una herramienta-testigo que cuenta gráficamente lo sucedido, además de definir claramente, mediante el punto de vista de la cámara, la visión final y certera de la obra con el objetivo de resolver esos engaños ópticos que plantea. Por otro lado, Yeoman tiene dificultades para desarrollar proyectos en lugares tan encorsetados como los de una galería. En este sentido, las fotografías son el reclamo visual de cada intervención.
Actualmente Yeoman está realizando “un gran corpus” para el centro comercial Selfridges en Londres, donde ha jugado con un escaparate y muchas campanas que resonarán en Oxford Street. Una intervención para un espacio alejado de sus parajes habituales. Esos parajes decadentes, solitarios y a veces oníricos van a ser sustituidos por un gran centro comercial, aunque sin perder el discurso tan suyo de que nada es lo que parece. Aquello que finalmente el ojo percibe dentro de ese desorden: la maraña caótica que esconde, como en toda anamorfosis, un secreto que descubrir.