Como una pequeña cadena montañosa. Como una pieza digna de estudio cristalográfico. Así se nos presenta el refugio de fin de semana que el japonés Hiroshi Nakamura ha concebido para una pareja que quiere disfrutar de una relación natural con el bosque .La voluntad de no talar árboles ni perturbar sus raíces se manifiesta en su geometría quebrada y en el sistema constructivo ligero.
Más interesado en la experiencia de habitar un tipi que en su cliché formal, el arquitecto quiere enriquecer la experiencia interior. Salas de hasta ocho metros de altura buscando luz entre las densas copas de los árboles. Muros inclinados para reducir el volumen a climatizar. Estancias introvertidas que invitan a la interacción de sus ocupantes. Espacios encadenados a través de aperturas triangulares en los muros. Y por supuesto, nada de puertas. Tan solo en las salas de aseo encontramos grandes paneles correderos de vidrio. Y entre sus dos hojas, un herbario de plantas y flores recogidas en los alrededores. En fin. La artificialidad de toda acción constructiva evidenciada en un delicado gesto.